Una defensa reglamentaria, un juego de grilletes, un casco de obra y una linterna que él mismo compró. Con estos elementos tuvo que hacer frente el vigilante de seguridad David Piña Sanz a dos encapuchados que irrumpieron de madrugada en la obra que vigilaba para robar maquinaria de gran valor, cobre y aluminio. Los ladrones iban provistos de pistolas eléctricas y de ropa resistente a los cortes de arma blanca, unos medios con los que el vigilante no contaba. El enfrentamiento acabó con David Piña en el hospital, con graves lesiones tras una brutal paliza.
El vigilante fue sorprendido por los ladrones sobre las cuatro de la madrugada del pasado 18 de septiembre, cuando, tras haber realizado una ronda en las obras de construcción de un supermercado junto al parque Amate, se disponía a escribir el parte correspondiente dentro de una caseta que utilizan los albañiles -su empresa tampoco le había habilitado una garita con cierre de seguridad-. "Uno de los ladrones me amenazó con la pistola y me dijo que me echara al suelo; pensé que me iban a matar como le ha pasado a otros compañeros", explicó David Piña.
El vigilante relató que, forcejando como pudo con los encapuchados, logró salir de la caseta de obra, pero fue alcanzado. "Uno de los ladrones cogió un bloque de hormigón que estaba partido y me golpeó en la cara; aunque puse las manos para defenderme, me alcanzó y me rompió el pómulo izquierdo, la nariz, las encías y cuatro dientes". El otro asaltante le golpeó a su vez con un palo en la cabeza y, al final, le colocaron incluso los grilletes.
A pesar de estar malherido y esposado, David Piña pudo zafarse de los agresores y salir corriendo para pedir auxilio. Una persona que pasaba por la zona le socorrió y llamó a la Policía y a los servicios sanitarios, mientras los ladrones huían sin haberse apoderado de ningún elemento de la obra. Casi un mes después de la brutal paliza, David Piña, que tiene 32 años y lleva cinco trabajando en empresas de seguridad privada, lamenta la falta de medios con la que desarrolla su trabajo y que le podía haber costado la vida. Estaba incomunicado, sólo contaba con un teléfono móvil y que además era el suyo, ya que la empresa no le facilita ninguno. "Muchas veces estamos solos ante el peligro. Si hubiera tenido un walkie-talkie, un pulsador antipánico, cámaras de vigilancia, una garita o los focos que iluminan la obra no hubiesen estado estropeados, quizás se habrían minimizado los daños o no me habría pasado nada", comentó el vigilante, que asegura que un único trabajador resulta insuficiente para vigilar una obra que tiene una extensión de más de dos campos de fútbol, ya que hay siempre zonas de imposible observación
David Piña cree que, a pesar de las graves lesiones que sufrió, tuvo incluso suerte. "De una empresa fotovoltaica en medio del campo no salgo vivo", sentenció el vigilante, en alusión al caso de su compañero que falleció en Marchena. Lo mismo sucede con algunos servicios que los vigilantes realizan en los antiguos cuarteles del Ejército que han sido desmantelados.
El trabajador se encuentra actualmente en situación de baja laboral y a la espera de ser examinado por el psicólogo, puesto que desde que sufrió la paliza padece ansiedad y angustia. "Tengo pesadillas y ahora me da miedo salir por la noche solo. Prácticamente no salgo a partir de las nueve", precisó David Piña, que en estos momentos ve muy difícil que vuelva pronto a trabajar y a pasar toda la noche vigilando una obra.
El abogado de David, Salvador Pérez Piña, aseguró ayer a este periódico que esta misma mañana acudirá al juzgado de guardia para presentar una denuncia por la "absoluta falta de medidas de seguridad y de prevención de riesgos laborales" en relación con las condiciones en las que desempeñaba su labor el vigilante. El letrado indicó que la denuncia no se dirige "contra la empresa en sí", sino que se trata de poner en conocimiento del juzgado los hechos que han ocurrido por si pudieran ser constitutivos de un delito contra la seguridad y los derechos de los trabajadores.
El abogado recordó que los vigilantes habían venido informando a la empresa de las condiciones en las que estaban trabajando desde que se inició la obra, en mayo pasado, e iban informando de las incidencias y de la falta de medios en los correspondientes partes de servicio. Todas las noches, los vigilantes recibían la visita de un inspector de la empresa, al que informaban de las deficiencias, pero la inspección que éste les hacía consistía en comprobar su uniformidad y que estuvieran en su puesto de trabajo.
FUENTE: DIARIO DE SEVILLA
El vigilante fue sorprendido por los ladrones sobre las cuatro de la madrugada del pasado 18 de septiembre, cuando, tras haber realizado una ronda en las obras de construcción de un supermercado junto al parque Amate, se disponía a escribir el parte correspondiente dentro de una caseta que utilizan los albañiles -su empresa tampoco le había habilitado una garita con cierre de seguridad-. "Uno de los ladrones me amenazó con la pistola y me dijo que me echara al suelo; pensé que me iban a matar como le ha pasado a otros compañeros", explicó David Piña.
El vigilante relató que, forcejando como pudo con los encapuchados, logró salir de la caseta de obra, pero fue alcanzado. "Uno de los ladrones cogió un bloque de hormigón que estaba partido y me golpeó en la cara; aunque puse las manos para defenderme, me alcanzó y me rompió el pómulo izquierdo, la nariz, las encías y cuatro dientes". El otro asaltante le golpeó a su vez con un palo en la cabeza y, al final, le colocaron incluso los grilletes.
A pesar de estar malherido y esposado, David Piña pudo zafarse de los agresores y salir corriendo para pedir auxilio. Una persona que pasaba por la zona le socorrió y llamó a la Policía y a los servicios sanitarios, mientras los ladrones huían sin haberse apoderado de ningún elemento de la obra. Casi un mes después de la brutal paliza, David Piña, que tiene 32 años y lleva cinco trabajando en empresas de seguridad privada, lamenta la falta de medios con la que desarrolla su trabajo y que le podía haber costado la vida. Estaba incomunicado, sólo contaba con un teléfono móvil y que además era el suyo, ya que la empresa no le facilita ninguno. "Muchas veces estamos solos ante el peligro. Si hubiera tenido un walkie-talkie, un pulsador antipánico, cámaras de vigilancia, una garita o los focos que iluminan la obra no hubiesen estado estropeados, quizás se habrían minimizado los daños o no me habría pasado nada", comentó el vigilante, que asegura que un único trabajador resulta insuficiente para vigilar una obra que tiene una extensión de más de dos campos de fútbol, ya que hay siempre zonas de imposible observación
David Piña cree que, a pesar de las graves lesiones que sufrió, tuvo incluso suerte. "De una empresa fotovoltaica en medio del campo no salgo vivo", sentenció el vigilante, en alusión al caso de su compañero que falleció en Marchena. Lo mismo sucede con algunos servicios que los vigilantes realizan en los antiguos cuarteles del Ejército que han sido desmantelados.
El trabajador se encuentra actualmente en situación de baja laboral y a la espera de ser examinado por el psicólogo, puesto que desde que sufrió la paliza padece ansiedad y angustia. "Tengo pesadillas y ahora me da miedo salir por la noche solo. Prácticamente no salgo a partir de las nueve", precisó David Piña, que en estos momentos ve muy difícil que vuelva pronto a trabajar y a pasar toda la noche vigilando una obra.
El abogado de David, Salvador Pérez Piña, aseguró ayer a este periódico que esta misma mañana acudirá al juzgado de guardia para presentar una denuncia por la "absoluta falta de medidas de seguridad y de prevención de riesgos laborales" en relación con las condiciones en las que desempeñaba su labor el vigilante. El letrado indicó que la denuncia no se dirige "contra la empresa en sí", sino que se trata de poner en conocimiento del juzgado los hechos que han ocurrido por si pudieran ser constitutivos de un delito contra la seguridad y los derechos de los trabajadores.
El abogado recordó que los vigilantes habían venido informando a la empresa de las condiciones en las que estaban trabajando desde que se inició la obra, en mayo pasado, e iban informando de las incidencias y de la falta de medios en los correspondientes partes de servicio. Todas las noches, los vigilantes recibían la visita de un inspector de la empresa, al que informaban de las deficiencias, pero la inspección que éste les hacía consistía en comprobar su uniformidad y que estuvieran en su puesto de trabajo.
FUENTE: DIARIO DE SEVILLA