Entre los aromas con los que se les familiariza están los de distintos estupefacientes (cocaína, heroína, marihuana), dólares, varias clases de explosivos y diversas condiciones de cadáveres (fresco, putrefacto y ahogado).
Educados para frustrar con su olfato los planes de capos del narcotráfico como “El Chapo” Guzmán, cerca de mil 800 perros han sido entrenados en la última década por el Ejército mexicano en una pequeña población del centro del país.
En San Miguel de los Jagüeyes, a unos 60 kilómetros al norte de Ciudad de México, se sitúa el Centro de Producción Canina, el mayor de su clase en toda América Latina, que desde que fue creado hace once años ha proporcionado todos los perros que emplea el Ejército.
Está en lo alto de un cerro, junto a una pequeña ciudad para los cerca de 8 mil militares del enclave -la mayoría en otras tareas- y sus familias, dominando un valle pelado de vegetación con un pequeño lago.
El centro mantiene 34 sementales y varias hembras para la cría, y adiestra cada año entre cien y ciento cincuenta cachorros. Este 2010 se comerán unas 37 toneladas de alimento entre todos.
Al entrar en la maternidad, “Jeringa” se pone a ladrar con ferocidad y a saltar en su cubículo, donde duermen los nueve perritos que acaba de parir. Cuando entra un cuidador, se calma. En la sala contigua, “Kanuri” se somete dócil a un examen médico, está casi a punto de dar a luz.
La gran mayoría de los perros son pastores belgas (66 por ciento) , seguidos de pastores alemanes (24 por ciento) y rottweilers.