aqui en mi zona donde resido mostoles
La localidad madrileña de Móstoles, tiene unos policías muy peludos: 14 perros de diferentes razas que se encargan de la búsqueda de estupefacientes y explosivos, y siempre con unos resultados increibles.
Los perros siempre van a acompañados con un guía y se cubren las necesidades del municipio durante las 24 horas del día en tres turnos.
Durante la jornada laboral cada perro y agente patrulla por zonas ajardinadas y por los alrededores de colegios, institutos y locales de copas, en busca de sustancias sospechosas. También hacen labores de prevención de explosivos en edificios públicos.
Los perros, viven con su guías. La razón de la convivencia es que, como cuenta uno de los agentes al cuidado de los perros, “se gana apego con el animal, más fidelidad”. Por eso, cualquier policía no puede entrar en la Unidad Canina. “Los guías tienen que ser gente amante de los animales”.
La manera de aprender a localizar estupefacientes o explosivos es a través del juego. “Cuando entrenamos, usamos pelotas o mordedores y los impregnamos con droga o explosivos, para que adquieran su olor. De este modo, el perro se guía por el olfato para buscar esas cosas cuando se las lanzamos. Así que cuando después tiene que buscar algún alijo, en realidad lo que está buscando es su juguete”, cuenta el cabo. Así pues, la raza no importa a la hora de elegir un perro policía: “Lo que nos interesa realmente es los perros sean muy juguetones”.
“Los perros están especializados en la búsqueda de una sola cosa: unos en drogas y otros en explosivos”, señala el cabo. Además, la manera de señalar donde está lo que buscan es diferente según el material. Un perro que busca droga marca que lo ha encontrado con la pata o bien se pone a ladrar. En cambio, el perro que busca explosivos se queda quieto, por el riesgo de que pueda explotar.
La Unidad Canina de Móstoles se creó en diciembre de 1995 y desde entonces, la Policía Local ha cerrado más de 60 bares por temas de droga y se ha erradicado el trapicheo de estupefacientes en los parques de la localidad, que, como advierte el cabo, “es lo que preocupa al vecino”.
Las anécdotas son múltiples desde que empezaron a patrullar. Los perros han ayudado a localizar droga en los lugares más inverosímiles. “Se ha encontrado droga en pipicanes, en bricks de zumo, entre estiércol, en cafeteras o en un doble fondo de un cubo de una fregona”, recuerda el cabo Castellano.
La localidad madrileña de Móstoles, tiene unos policías muy peludos: 14 perros de diferentes razas que se encargan de la búsqueda de estupefacientes y explosivos, y siempre con unos resultados increibles.
Los perros siempre van a acompañados con un guía y se cubren las necesidades del municipio durante las 24 horas del día en tres turnos.
Durante la jornada laboral cada perro y agente patrulla por zonas ajardinadas y por los alrededores de colegios, institutos y locales de copas, en busca de sustancias sospechosas. También hacen labores de prevención de explosivos en edificios públicos.
Los perros, viven con su guías. La razón de la convivencia es que, como cuenta uno de los agentes al cuidado de los perros, “se gana apego con el animal, más fidelidad”. Por eso, cualquier policía no puede entrar en la Unidad Canina. “Los guías tienen que ser gente amante de los animales”.
La manera de aprender a localizar estupefacientes o explosivos es a través del juego. “Cuando entrenamos, usamos pelotas o mordedores y los impregnamos con droga o explosivos, para que adquieran su olor. De este modo, el perro se guía por el olfato para buscar esas cosas cuando se las lanzamos. Así que cuando después tiene que buscar algún alijo, en realidad lo que está buscando es su juguete”, cuenta el cabo. Así pues, la raza no importa a la hora de elegir un perro policía: “Lo que nos interesa realmente es los perros sean muy juguetones”.
“Los perros están especializados en la búsqueda de una sola cosa: unos en drogas y otros en explosivos”, señala el cabo. Además, la manera de señalar donde está lo que buscan es diferente según el material. Un perro que busca droga marca que lo ha encontrado con la pata o bien se pone a ladrar. En cambio, el perro que busca explosivos se queda quieto, por el riesgo de que pueda explotar.
La Unidad Canina de Móstoles se creó en diciembre de 1995 y desde entonces, la Policía Local ha cerrado más de 60 bares por temas de droga y se ha erradicado el trapicheo de estupefacientes en los parques de la localidad, que, como advierte el cabo, “es lo que preocupa al vecino”.
Las anécdotas son múltiples desde que empezaron a patrullar. Los perros han ayudado a localizar droga en los lugares más inverosímiles. “Se ha encontrado droga en pipicanes, en bricks de zumo, entre estiércol, en cafeteras o en un doble fondo de un cubo de una fregona”, recuerda el cabo Castellano.