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Los expertos temen que las redes sociales reemplacen a los amigos Banner19

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Los expertos temen que las redes sociales reemplacen a los amigos

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Juanito

Juanito
ADMINISTRADOR
ADMINISTRADOR

MAURICIO BERNAL
BARCELONA

Que Fulano coloca a nivel de bendición la aparición de internet es algo de sobra sabido, como sabido es que tiene tendencia a utilizar la frase «me ha cambiado la vida» –o alguna parecida– cuando se refiere a la mensajería instantánea, el correo electrónico o el universo empalagoso de alguna red social. Hay algunos que le dan la razón: el ejercicio cotidiano de enviar un mensaje, conectarse a un servicio de mensajería o navegar en un universo de relaciones en Facebook, Twitter o Tuenti puede ser menos una peregrina incorporación a las modas cibernéticas y más, dicen, un paso hacia un nuevo modelo de estar. No me visto, no bajo las escaleras, no camino hasta el bar de la esquina, no comparto cerveza con Zutano. Mejor me meto al Facebook y digo esto: «Qué tal».
«En general, las telecomunicaciones cambian la forma en que se relaciona la gente porque la gente tiene tendencia a ser perezosa, y cuando uno puede evitar un esfuerzo lo evita». Habla Juan Faerman, o el sentido común de Juan Faerman; entre los dos escribieron un libro, Faceboom (Alienta), que alerta contra los peligros de la famosa red social. «Yo –dice el escritor, guionista y publicitario argentino– temo mucho que un día Facebook canibalice la potestad de la palabra amigo. Y me pregunto cómo vamos a llamar a los amigos cuando los amigos sean sinónimo de amigos de Facebook. Me parece bastante dañino que la gente use esa palabra. En el Messenger sí tienes a tus amigos, es gente que conoces, y ahí, en cambio, no se llaman amigos, se llaman contactos. Lo coherente sería llamarlos amigos ahí, y decir contactos en el Facebook».

EL ERROR DE AMBOS / La conciencia de que las nuevas tecnologías, y en especial las redes sociales –por esa virtud que tienen de ser sitios donde la gente, al igual que en un bar, que en una esquina o que en un centro comercial, se encuentra– acabarán redefiniendo nociones como «amistad», verbos como «relacionarse» y expresiones como «vamos a quedar» es algo sobre lo cual los estadounidenses han reflexionado bastante. Elizabeth Bernstein, popular columnista de The Wall Street Journal, escribió hace poco lo siguiente: «Aquí fue donde tú y yo nos equivocamos: llevamos nuestra amistad a internet. Empezamos a comunicarnos por correo electrónico, y a hacerlo más que por teléfono. Luego pasamos a la mensajería instantánea. Nos hicimos amigos en Facebook y acabamos twitteando pensamientos –140 caracteres o menos– en Twitter».
Es decir, un proceso. Una tendencia. «Una tendencia al aislamiento –dice Faerman, repite lo que otros han repetido hasta la saciedad–. Me parece que la gran falacia de internet radica en su supuesta virtud de comunicarnos más cuando la verdad es que nos aísla más. Nos comunica más desde un lugar virtual, pero nos aísla desde el punto de vista de las relaciones interpersonales».
El peligro no está, coinciden, en los viciosos: aquellos capaces de encerrarse y de prácticamente renunciar al contacto visual y de tener relaciones nada más que por la red. El peligro, dicen, es que las redes sociales están exhibiendo un inusitado poder de penetración, que el número de usuarios crece en la práctica cada minuto (Facebook tiene más de 400 millones, y en Twitter se intercambian 50 millones de mensajes diarios) y que, por lo tanto, no es estúpido pensar que de aquí a unos años puede haber gente que confunda amistad con otra cosa, y menos estúpido aún sospechar que lo que sucede es el comienzo de un cambio.

ENGANCHADOS A LA PANTALLA / «Yo conozco gente –dice Francisco Canals, del Observatorio de Internet–, que por culpa de internet se han aislado, personas que salían, que iban a restaurantes, que tenían su grupo de amigos y que ahora se quedan encerrados los fines de semana enganchados a la pantalla. Pero también sé de casos de personas introvertidas a las que de alguna manera internet ha sacado a la calle. Los tímidos establecen a través de internet el contacto que no pueden establecer en una discoteca, lo establecen antes y luego quedan, así que me parece que también tiene ventajas. Creo que Facebook ha triunfado de la forma en que ha triunfado por su capacidad de crear adicción, y que la mejor forma de usarlo, paradójicamente, es no siendo adictos».
Los acérrimos defensores de las redes sociales no se detienen en minucias: el mundo cambia, dicen, la tecnología avanza y las relaciones entre personas hacen ambas cosas: cambiar y avanzar. El estadounidense Jesse Stay, autor del súper ventas I’m in Facebook, now what? (Estoy en Facebook, ¿y ahora qué?) alaba sin dudarlo el modelo, las formas del modelo y las posibilidades del modelo. «La gran razón del triunfo de Facebook –dice– es que sabes que te estás comunicando con alguien real». Alguien con un rostro, quiere decir, y con un nombre, una edad, una lista de aficiones y unas fotos y un grupo de amigos. Alguien, dice, de verdad.


http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=701463&idseccio_PK=&h=100404

Juanito

Juanito
ADMINISTRADOR
ADMINISTRADOR

M. B.
BARCELONA

Juan, su ritual matutino: desperezarse, levantarse, hacerse un café. Abrir el Facebook. «Si tengo tiempo –matiza–. Si no, me espero al trabajo». El vistazo que echa es ocioso: es temprano y no hay nadie. Lo sabe. Pero hay un detalle que llama su atención. Señoras en velocirraptores capitaneadas por Chuck Norris.
Juan Arcade. 145 amigos.
Señoras en velocirraptores capitaneadas por Chuck Norris: suena bien. Le gusta. Se hace fan. Apaga el ordenador, le da un último sorbo al café. Se ducha y va al trabajo. En el metro se acuerda de Chuck Norris.
Juan Arcade. 145 amigos. Fan de una infinidad de páginas de Facebook que no sirven para nada como Gallinas sordas que bailan claqué y recitan poemas de Virgilio en portugués, Fiestas que duran más que una boda gitana y Que se forme un agujero negro y se trague toda Suiza. Y, desde esta mañana, de Señoras en velocirraptores capitaneadas por Chuck Norris. Por alguna razón que nadie conoce, las señoras, los velocirraptores y Chuck Norris son muy apreciados en Facebook.
«Te puedes pasar toda una tarde haciéndote fan de tonterías, y mirando las cosas de las que tus amigos se hacen fans. Conozco gente que se pasa horas frente al televisor. Yo me paso horas con el Facebook».
En el trabajo, Juan vuelve a mirar su página. Aún es temprano y Facebook es un desierto y hay bolas de paja rodando en la arena, pero de aquí a unas horas pulularán los amigos: lo sabe. Así que envía mensajes. «Siembro», explica. «Luego trabajo, y a eso de las once vuelvo a mirar a ver quién ha respondido». Antes, sin embargo, hace una cosa que lo emparenta con millones de usuarios: entra en Farmville. Un juego. Una comunidad de granjeros. Y hace esto tan raro: vender pelo de caballo.
A las once vuelve a conectarse. Lo primero que ve es un mensaje de su hermano: «¡Basta ya de grupos idiotas!». Por lo demás, la cosecha es pobre: apenas un par de respuestas, una de ellas con información sobre una luminosa y mastodóntica fiesta que va a tener lugar en dos días.
«El perfil de Facebook me lo hice hace tres años –señala– cuando tenía 21 y me fui de Erasmus a Edimburgo, y me lo hice sobre todo para no gastar en teléfono». Y así sigue siendo: Facebook si se puede evitar el móvil; móvil cuando no va el Facebook.
La mujer de la foto
Juan Arcade, 145 amigos. ¿Por qué coger el teléfono para quedar a comer? Juan queda por el Facebook.
De vuelta al despacho encuentra una foto. Apenas se reconoce. Apenas recuerda. Se la envía María... sí. Ahora. ¿Ese es él? El fin de semana, sábado por la noche. Esos pelos. Esos ojos. ¿Esa mujer? ¿Sí? Sí. Ese era él.
«Desde el mediodía hasta las 3 de la tarde es cuando hay más actividad. Los estudiantes se despiertan y se conectan, y los que trabajamos... pues eso: trabajamos».
Juan mira la foto. Sus ojos recorren la pantalla y se fijan en el botón de Me gusta. Lo mira y lo mira hasta que empieza a darle vueltas la cabeza. «No me gusta», piensa. ¿Por qué no hay un botón de No me gusta? De repente, Jordi envía un mensaje. Su amigo. Le pregunta qué hace esta noche. Juan se lo pregunta: qué hago esta noche, y piensa que Jordi no es la primera opción. Mira el reloj, apenas son las cinco. Y piensa que le sobra tiempo para contestar.


http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idtipusrecurs_PK=7&idnoticia_PK=701468

Juanito

Juanito
ADMINISTRADOR
ADMINISTRADOR

Un dato significativo, no solo de la implantación de las nuevas tecnologías entre las generaciones más jóvenes, sino del triunfo de un nuevo modelo de relación social, es el que arrojó hace poco un estudio sobre la seguridad en el uso de internet que llevaron a cabo la Fundación Observatorio de la Sociedad de la Información (Fobsic) y el Centro de Seguridad de la Información de Catalunya (Cesicat). Según la encuesta, realizada en la Festa dels Súpers del 2009 entre niños de 8 y 14 años, el 51,5% de los menores catalanes participan activamente en al menos una red social por internet. Con todas lasventajas y los peligros que asomarse a esa ventana, sobre todo cuando se es menor de edad, suele implicar.

Es sobre este aspecto que el estudio hace énfasis: la seguridad. Habida cuenta de que no solo la mitad de los menores están en una red social, sino que también el 50% suelen usar servicios de mensajería instantánea, y casi dos de cada tres el correo electrónico, parece tranquilizador que el 96,5% declaren que jamás se relacionan con desconocidos a través de la red (el restante 3,5% dicen que sí), y que el 66% digan que cuando se encuentran un extraño en el ordenador lo comentan inmediatamente con sus padres. Los adultos, que también fueron interrogados, respondieron mayoritariamente (el 54,8%) que revisan con frecuencia el historial y los servicios a los que están dados de alta sus hijos. Vigilan.


http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idtipusrecurs_PK=7&idnoticia_PK=701464

Invitado


Invitado

Las obsesiones nunca son buenas y mas cuando uno hace que lo sean. Depende de cada persona el que la red te atrape y te tires delante del ordenador horas y horas sin vida propia.

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