La seguridad es un “arte” en sí misma, dado que se debe proporcionar seguridad sin que sea perceptible estéticamente, siéndolo para los asistentes a un evento y disuasoria para los que intentan delinquir.
La seguridad debe hacerse presente sin que llegue a ser una losa que nos agobia y que entra en nuestra intimidad.
Aunque el concepto de seguridad es tan antiguo como la humanidad, hasta fechas relativamente recientes había riesgos, peligros y amenazas que se consideraban “castigos” divinos o de la naturaleza y que contra ello no se podía hacer absolutamente nada, pero en la actualidad se considera que podemos y debemos precavernos de cualquier atentado contra nuestra seguridad, bien sea de forma preventiva o mediante autoprotección y reacción.
Si en la sectorización contraincendios, en la autoprotección y en la protección civil, hay marcos muy definidos de referencias, como son el Código Técnico de Edificación y las Normas Básicas de Autoprotección y Protección Civil, desarrollados y complementados por otras reglas de obligado cumplimiento o de referencia; no así en la seguridad física, en donde hay que recurrir, a la experiencia e instrucciones técnicas elaboradas por entidades particulares.
Todo proyecto de seguridad, se elabora y redacta de acuerdo con los llamados estudios de los factores: ambiente y entorno, riesgos y amenazas, medios y, nivel que se quiere alcanzar de seguridad. No es lo mismo diseñar una seguridad para una instalación que se encuentre exenta, en un descampado o en lo alto de una montaña que en medio de una ciudad o incluso en una zona conflictiva socialmente. No es lo mismo las amenazas y riesgos que pueden tener un museo que una central nuclear. No es lo mismo los medios que puede implicar una institución pública o privada en una instalación que la que puede poner un honrado ciudadano para preservar su vivienda. Y por último no es lo mismo el nivel de seguridad que deberemos imponer a un banco que en la preservación de los materiales de una obra de construcción. Pero todos tienen una metodología común, sistematizada perfectamente por Belt Ibérica, S.A. en su método Belt de planeamiento o MEBELTSEG.
Un proyecto de seguridad demuestra su bondad cuando se enfrenta a la prueba de cuando alguien quiere vulnerarlo. Si no consiguen su objetivo, el proyecto ha demostrado su eficacia, en caso contrario hay que modificarlo. Por ejemplo, España está pasando por un invierno muy crudo, con nevadas copiosas, lluvias abundantes y vientos huracanados, en algunos casos los planes previstos para superar dichos riesgos han sido suficientes, pero en otros no ha sido así y el responsable de la Administración que ha sido desbordada, intenta convencer a la opinión pública que la materialización del riesgo producido no se había podido predecir. En realidad dicho aserto carece de fundamento, porque lo que verdaderamente ha fallado ha sido el análisis de los factores anteriores, principalmente el terreno, riesgos, medios y muy importante el segundo, debiéndose recurrir para su evaluación a la historia (si ha ocurrido un desastre anteriormente aunque haya sido hace cientos de años) o por haberse modificado sustancialmente el terreno o el ambiente en que generalmente se materializaba el riesgo, haciéndolo más peligroso.
El título de la presente columna es el “arte” de la seguridad, pudiendo parecer una contrasentido que la seguridad sea arte. Un arquitecto o un ingeniero cuando construyen un edificio, una fábrica o un nave industrial, no sólo lo diseñan para que cumpla eficazmente con la función que requiera sino también tiene en cuenta su posible impacto visual, la ergonomía en el trabajo, el entorno urbanístico y otros aspectos que convierten una utilidad en arte. Pues bien lo mismo ocurre con la seguridad en su más amplio sentido. Una ciudad es segura si ponemos un policía en cada esquina y cámaras de televisión por todos lados, pero desde luego sería agobiante, por ello el plan de seguridad ciudadana debe concebirse para que el ciudadano no se encuentre vigilado, pero con la sensación de que cualquier infracción producida va a ser inmediatamente reprimida. Hace muchos años, cuando España iniciaba la democracia, en un viaje de trabajo a Estados Unidos, observé la inexistencia de policías en las calles, pero que aparecían como por arte de magia cuando se producía algún problema, bien de tráfico o de estricta seguridad.
Un museo es un lugar de arte en sí mismo, sería un contrasentido que en un afán de protegerlo, se diseñaran unos sistemas de seguridad y autoprotección que distorsionaran la visión que debe tener el visitante del conjunto artístico. No puede ponerse un extintor inmediatamente al lado de un “Goya”, por muy necesario que sea protegerlo del fuego. La seguridad debe estar acorde y hacerse patente con la función que se realiza en el lugar donde se presta, por eso se convierte en un arte.
http://ccoo-securitas-barcelona.blogspot.com/
La seguridad debe hacerse presente sin que llegue a ser una losa que nos agobia y que entra en nuestra intimidad.
Aunque el concepto de seguridad es tan antiguo como la humanidad, hasta fechas relativamente recientes había riesgos, peligros y amenazas que se consideraban “castigos” divinos o de la naturaleza y que contra ello no se podía hacer absolutamente nada, pero en la actualidad se considera que podemos y debemos precavernos de cualquier atentado contra nuestra seguridad, bien sea de forma preventiva o mediante autoprotección y reacción.
Si en la sectorización contraincendios, en la autoprotección y en la protección civil, hay marcos muy definidos de referencias, como son el Código Técnico de Edificación y las Normas Básicas de Autoprotección y Protección Civil, desarrollados y complementados por otras reglas de obligado cumplimiento o de referencia; no así en la seguridad física, en donde hay que recurrir, a la experiencia e instrucciones técnicas elaboradas por entidades particulares.
Todo proyecto de seguridad, se elabora y redacta de acuerdo con los llamados estudios de los factores: ambiente y entorno, riesgos y amenazas, medios y, nivel que se quiere alcanzar de seguridad. No es lo mismo diseñar una seguridad para una instalación que se encuentre exenta, en un descampado o en lo alto de una montaña que en medio de una ciudad o incluso en una zona conflictiva socialmente. No es lo mismo las amenazas y riesgos que pueden tener un museo que una central nuclear. No es lo mismo los medios que puede implicar una institución pública o privada en una instalación que la que puede poner un honrado ciudadano para preservar su vivienda. Y por último no es lo mismo el nivel de seguridad que deberemos imponer a un banco que en la preservación de los materiales de una obra de construcción. Pero todos tienen una metodología común, sistematizada perfectamente por Belt Ibérica, S.A. en su método Belt de planeamiento o MEBELTSEG.
Un proyecto de seguridad demuestra su bondad cuando se enfrenta a la prueba de cuando alguien quiere vulnerarlo. Si no consiguen su objetivo, el proyecto ha demostrado su eficacia, en caso contrario hay que modificarlo. Por ejemplo, España está pasando por un invierno muy crudo, con nevadas copiosas, lluvias abundantes y vientos huracanados, en algunos casos los planes previstos para superar dichos riesgos han sido suficientes, pero en otros no ha sido así y el responsable de la Administración que ha sido desbordada, intenta convencer a la opinión pública que la materialización del riesgo producido no se había podido predecir. En realidad dicho aserto carece de fundamento, porque lo que verdaderamente ha fallado ha sido el análisis de los factores anteriores, principalmente el terreno, riesgos, medios y muy importante el segundo, debiéndose recurrir para su evaluación a la historia (si ha ocurrido un desastre anteriormente aunque haya sido hace cientos de años) o por haberse modificado sustancialmente el terreno o el ambiente en que generalmente se materializaba el riesgo, haciéndolo más peligroso.
El título de la presente columna es el “arte” de la seguridad, pudiendo parecer una contrasentido que la seguridad sea arte. Un arquitecto o un ingeniero cuando construyen un edificio, una fábrica o un nave industrial, no sólo lo diseñan para que cumpla eficazmente con la función que requiera sino también tiene en cuenta su posible impacto visual, la ergonomía en el trabajo, el entorno urbanístico y otros aspectos que convierten una utilidad en arte. Pues bien lo mismo ocurre con la seguridad en su más amplio sentido. Una ciudad es segura si ponemos un policía en cada esquina y cámaras de televisión por todos lados, pero desde luego sería agobiante, por ello el plan de seguridad ciudadana debe concebirse para que el ciudadano no se encuentre vigilado, pero con la sensación de que cualquier infracción producida va a ser inmediatamente reprimida. Hace muchos años, cuando España iniciaba la democracia, en un viaje de trabajo a Estados Unidos, observé la inexistencia de policías en las calles, pero que aparecían como por arte de magia cuando se producía algún problema, bien de tráfico o de estricta seguridad.
Un museo es un lugar de arte en sí mismo, sería un contrasentido que en un afán de protegerlo, se diseñaran unos sistemas de seguridad y autoprotección que distorsionaran la visión que debe tener el visitante del conjunto artístico. No puede ponerse un extintor inmediatamente al lado de un “Goya”, por muy necesario que sea protegerlo del fuego. La seguridad debe estar acorde y hacerse patente con la función que se realiza en el lugar donde se presta, por eso se convierte en un arte.
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