ARCOS DE SEGURIDAD Estamos ante otro reto para vencer al terrorismo aéreo. Desde las primeras acciones reivindicativas de grupos armados, que secuestraban un avión en tierra o en vuelo, hasta ahora en que se han dado cuenta de que derribar un avión es más “llamativo” para sus intereses propagandísticos, ha habido una larga evolución tanto en los modos de actuar como en los métodos que se emplean para neutralizarlos. A cada nueva “hazaña” de unos desalmados, hay que añadir una nueva vía de lucha para evitarla. A cada mezcla explosiva, hay que aplicarle un tratamiento diferente para desactivarla. Después de los lamentables actos del 11 S, o el del 11 M, de infausto recuerdo para todos, los cuerpos de seguridad han tenido que luchar contra unas mentes perturbadas que nunca se sabe muy bien cómo ni donde pueden actuar. Así que todos nosotros tenemos que confiar en su eficacia e intentar colaborar, aunque sea de forma pasiva, en facilitarles tan importante misión. Para tranquilidad de muchos puedo deciros que, desde que se entra en la zona de aparcamiento de un aeropuerto, la vigilancia discreta y las cámaras están barriendo toda la zona sin apenas interferir en nuestra intimidad. En determinados aeropuertos pequeños acabas conociendo a más de un agente camuflado entre el barullo de personas y maletas que se ordenan espontáneamente para facturar o embarcar en su vuelo. No puedo desvelar cómo actuan ni quienes son, sólo deciros que están ahí, observando cada gesto raro, cada actitud extraña para un pasajero normal. Cuando alguien no obedece a los patrones considerados normales, se centra la atención en ellos de una manera muy especial, pero no dejando que una mínima sospecha se convierta en una alarma innecesaria o en una actuación precipitada que luego todos criticaríamos como un “abuso de autoridad”. Realmente lo tienen muy dificil. Podeis ver también una explicación desde Alas de Plata sobre la normativa al respecto. Pasar por los arcos de seguridad es una garantía para todos nosotros. Quitarnos el cinturón, depositar todo en una bandeja, despojarnos de cualquier elemento que active la alarma es algo más que un acto de civismo por nuestra parte, es un deber moral hacia aquellos que están solamente preocupados por nuestra propia seguridad. Ahora se ha abierto el debate de si hay que poner arcos de scaneo tridimensional, de si atenta contra nuestra intimidad, de que no está bien que se nos vea el michelín que intentamos disimular con un corsé, y un sinfín de sentimientos opuestos a que se nos desnude de manera total… Sin embargo vamos a la playa sin ningún pudor a “ligar bronce”, nos ponemos un taparrabos para que el sol descubra cada centímetro de nuestra grasienta piel (cosas del factor de protección), nuestras mujeres liberan sus pechos al aire para que cada pezón apunte hacia el lugar donde la turgencia propia le haga dirigir su mirada, pero en un aeropuerto… ¡Ni hablar!. Somos una sociedad hipócrita con todo, y elegimos ocultar nuestros encantos como si de un tesoro de células grasas (lipocitos) se tratara. Lo llevamos envuelto en papel de regalo, como si quisieramos dárselo a nuestro “amigo invisible” en un momento mejor. Quisiera que todos nos diéramos cuenta de lo fácil que resulta para un trastornado llevar la muerte a un montón de personas inocentes y lo dificil que resulta prevenirlo y anularlo. Por ello me gustaría que todos ayudemos “activamente” a los servicios de seguridad. Yo por mi parte, y con el único afán de ahorrar dinero y tiempo a las fuerzas de seguridad, propondría el embarque de todos nosotros en “PELOTA PICADA”, y lo digo totalmente en serio (los que habeis visto mis calendarios ya sabeis lo poco que me importa mostrar mi cuerpo desnudo, igual de feo que otros miles de millones de cuerpos). Sería una forma barata de demostrar que no tenemos nada que ocultar y que nuestra intención es sólo la de subirnos a un avión a hacer un viaje seguro y cómodo. Lo demás es totalmente algo anecdótico. ¡A mi que me registren!. |
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