La libertad regalada por un perro guía
La vida de Patricia Carrascal cambió, y mucho, en noviembre de 2009, cuando pudo dejar el bastón y salir a la calle con Brilyn, su perro guía, una golden de dos años y medio traída de Rochester (Estados Unidos). Antes de dar el paso, esta invidente, una joven periodista de 25 años, había preguntado a otra persona con su misma discapacidad si realmente hay mucha diferencia entre contar o no con esa ayuda. "Me decía que es como pasar de un Seiscientos a un BMW", recuerda ahora, cuando ya lo puede confirmar a partir de su propia experiencia. "Me da seguridad, autonomía, independencia... es mis ojos".
El pasado 12 de enero Patricia se topó con la negativa de un vigilante de seguridad a que su perro permaneciese a su lado en el Hospital Clínico, donde tenía cita para una consulta médica, un hecho aislado que denunció públicamente. Dos días después recibió una llamada del gerente del centro.
Con las disculpas y la rectificación aceptadas, Patricia quiere pasar página. Por lo general, explica, no encuentra problemas para acceder a los sitios con Brilyn. Sólo en otra ocasión, en un supermercado, una cajera dudó si podía o no pasar con el perro. La duda la resolvió con un 'sí' el encargado del comercio, donde ahora los trabajadores le preguntan por su guía cuando acude sin ella.
Ni en bares, ni en tiendas, ni en su trabajo tiene problemas de acceso. Pero sí existe una traba para que el lazarillo pueda cumplir su función: "Que la gente se conciencie de lo que es un perro guía". "Tienen que entender que cuando va guiando no se le puede distraer, porque está trabajando". "Es una prolongación de la persona a la que guía", y si su dueño pierde el sentido de la orientación, le costará volver a reorientarse y dar las indicaciones al animal.
Cuando está en su casa o en la oficina, Brilyn es un perro cualquiera. Cuando le coloca el arnés, se transforma: "Cambia de actitud, hasta cambia su lenguaje corporal". Sabe que ha empezado su trabajo. Pero no puede abstraerse del todo a las caricias de la gente que se encuentra por la calle, a los ladridos de otros perros, a cualquiera que interactúe con él.
Patricia Carrascal tiene claro lo que no es Brilyn, no es una simple mascota, "ni una máquina". "La gente piensa que el perro sabe a dónde quieres ir o cuándo un semáforo está en verde y no es así". Lo que sí sabe es atender a sus órdenes de búsqueda: una puerta, un rebaje en la acera... el túnel de Arco de Ladrillo por el que tiene que pasar cada día para llegar a su casa. "Nos costó más de un disgusto", dice Patricia sobre el paso subterráneo, que ahora ya domina su guía.
La adaptación entre el perro y su propietario no acaba nunca, pero la joven periodista recuerda como "una odisea" la llegada a España con su golden, poco antes de la Navidad de 2009. "Me fui con ella por la calle Mantería... iba mirando todos los escaparates, se distraía con tanta gente paseando, con el tráfico... Pero al tercer día al llegar al trabajo ya iba sola". Ahora tiene sus rutinas más que asumidas.
Cada mañana se sube con ella al autobús urbano de la línea 2 que le lleva a su puesto laboral, en la empresa Deporte y Arte Castilla y León, situada en el vivero empresarial del barrio España y dedicada a desarrollar proyectos socioculurales. Ni que decir tiene que Brilyn se ha ganado a los compañeros de Patricia, con los que convive de 9 a 2. Después, vuelta a la casa que Patricia, ya independizada, comparte con su novio, Marco. En esa independencia el otro puntal se llama Brilyn, la golden que permitió a su dueña dejar el bastón que llevaba desde los 18 años y ganar en libertad.
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/02/12/valladolid/1297504792.html
La vida de Patricia Carrascal cambió, y mucho, en noviembre de 2009, cuando pudo dejar el bastón y salir a la calle con Brilyn, su perro guía, una golden de dos años y medio traída de Rochester (Estados Unidos). Antes de dar el paso, esta invidente, una joven periodista de 25 años, había preguntado a otra persona con su misma discapacidad si realmente hay mucha diferencia entre contar o no con esa ayuda. "Me decía que es como pasar de un Seiscientos a un BMW", recuerda ahora, cuando ya lo puede confirmar a partir de su propia experiencia. "Me da seguridad, autonomía, independencia... es mis ojos".
El pasado 12 de enero Patricia se topó con la negativa de un vigilante de seguridad a que su perro permaneciese a su lado en el Hospital Clínico, donde tenía cita para una consulta médica, un hecho aislado que denunció públicamente. Dos días después recibió una llamada del gerente del centro.
Con las disculpas y la rectificación aceptadas, Patricia quiere pasar página. Por lo general, explica, no encuentra problemas para acceder a los sitios con Brilyn. Sólo en otra ocasión, en un supermercado, una cajera dudó si podía o no pasar con el perro. La duda la resolvió con un 'sí' el encargado del comercio, donde ahora los trabajadores le preguntan por su guía cuando acude sin ella.
Ni en bares, ni en tiendas, ni en su trabajo tiene problemas de acceso. Pero sí existe una traba para que el lazarillo pueda cumplir su función: "Que la gente se conciencie de lo que es un perro guía". "Tienen que entender que cuando va guiando no se le puede distraer, porque está trabajando". "Es una prolongación de la persona a la que guía", y si su dueño pierde el sentido de la orientación, le costará volver a reorientarse y dar las indicaciones al animal.
Cuando está en su casa o en la oficina, Brilyn es un perro cualquiera. Cuando le coloca el arnés, se transforma: "Cambia de actitud, hasta cambia su lenguaje corporal". Sabe que ha empezado su trabajo. Pero no puede abstraerse del todo a las caricias de la gente que se encuentra por la calle, a los ladridos de otros perros, a cualquiera que interactúe con él.
Patricia Carrascal tiene claro lo que no es Brilyn, no es una simple mascota, "ni una máquina". "La gente piensa que el perro sabe a dónde quieres ir o cuándo un semáforo está en verde y no es así". Lo que sí sabe es atender a sus órdenes de búsqueda: una puerta, un rebaje en la acera... el túnel de Arco de Ladrillo por el que tiene que pasar cada día para llegar a su casa. "Nos costó más de un disgusto", dice Patricia sobre el paso subterráneo, que ahora ya domina su guía.
La adaptación entre el perro y su propietario no acaba nunca, pero la joven periodista recuerda como "una odisea" la llegada a España con su golden, poco antes de la Navidad de 2009. "Me fui con ella por la calle Mantería... iba mirando todos los escaparates, se distraía con tanta gente paseando, con el tráfico... Pero al tercer día al llegar al trabajo ya iba sola". Ahora tiene sus rutinas más que asumidas.
Cada mañana se sube con ella al autobús urbano de la línea 2 que le lleva a su puesto laboral, en la empresa Deporte y Arte Castilla y León, situada en el vivero empresarial del barrio España y dedicada a desarrollar proyectos socioculurales. Ni que decir tiene que Brilyn se ha ganado a los compañeros de Patricia, con los que convive de 9 a 2. Después, vuelta a la casa que Patricia, ya independizada, comparte con su novio, Marco. En esa independencia el otro puntal se llama Brilyn, la golden que permitió a su dueña dejar el bastón que llevaba desde los 18 años y ganar en libertad.
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/02/12/valladolid/1297504792.html