Sin capuchas ni condiciones
11.01.11 - 02:51 - TONIA ETXARRI |
Hasta que los portavoces de ETA no se presenten a cara descubierta, como hizo la fracción político militar (séptima asamblea) aquel 30 de setiembre de 1982 en una rueda de prensa en Biarritz, no nos podremos tomar en serio ningún anuncio de una banda terrorista que sigue hablando, a estas alturas, de un «alto el fuego», con condiciones. La 'declaración de Bruselas' les pidió la pasada primavera un cese de la violencia «permanente y verificable» y los encapuchados con txapela hasta ahí pudieron leer ayer en su vídeo publicitario, poniendo especial acento en el señuelo de una implicación extranjera en una comisión de observadores que tanto juego reportó al IRA en el proceso irlandés. Pero como tantas veces se ha dicho que los procesos de Irlanda y Euskadi tienen más bien poco en común, sobre todo porque allí mandaba el Sinn Féin sobre el IRA y aquí ya hemos visto la nula autoridad que ha ejercido Batasuna sobre ETA, todos los agentes políticos que no pertenecían al entramado nacionalista más cercano rechazaban la «verificación». Entre otras cosas porque en un Estado democrático como el nuestro, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado se bastan y sobran para certificar si se mantiene o no algún foco de actividad terrorista.
Es posible, como suele repetir Teo Uriarte, que no se dé una puesta en escena con tinte dramático anunciando el fin de su existencia, porque significaría reconocer el fracaso de su historia (como hicieron los 'polimilis', por otra parte), pero parece claro que tendrán que surgir otros comunicados, aunque ninguno llegue a anunciar el cierre del tinglado. Todo el mundo esperaba uno; cierto. Pero no el de ayer. Si a estas alturas, tanto el lehendakari Patxi López y su Gobierno como el vicepresidente y ministro Rubalcaba califican el anuncio de ETA como «insuficiente», habrá que decir que la respuesta de los terroristas ha sido más bien deficiente. Porque siguen anclados más allá de los tiempos para poder hablar de una «confrontación armada» que solo existe en su imaginación y para seguir equiparando la defensa de los derechos humanos con la exigencia de la territorialidad y la soberanía vascas. Precio político. Contraprestaciones. Compensaciones. Eso espera lograr ETA, como premio, por dejar de matar . De ahí que sigan sin poderse quitar la capucha. Porque quieren seguir vigilando a los ciudadanos y tutelando a los suyos.
Pero ese tiempo ya pasó. No en vano, los colectivos de víctimas del terrorismo, que soportan con tanta dignidad el sufrimiento de la pérdida de los suyos, exigen que el fin de ETA no tenga impunidad. En su imagen, cada vez más patética y decadente, los encapuchados no hablaron del cese definitivo del terrorismo y, además, quisieron poner un precio político a su abandono. Mal asunto. Con ETA activa y vigilante se le van a complicar las condiciones a su entorno político que quiere presentarse en las próximas elecciones. Si ETA se queda, como parece, Batasuna y sus sociedades anónimas y laborales tendrán que romper con la banda. De lo contrario, parece bastante improbable que sus candidaturas puedan pasar el filtro legal solo con la presentación de unos estatutos adecentados para la ocasión.
A Batasuna se le exige mayor claridad teniendo en cuenta su implicación política con la banda terrorista. Si la Justicia española e internacional la ha considerado un «instrumento» de ETA tendrá que limpiar su nombre de toda sospecha de contaminación. Si no lo pueden hacer antes de las próximas elecciones de mayo, quizás no estén todavía maduros para dejar atrás el lado oscuro de su historia.
11.01.11 - 02:51 - TONIA ETXARRI |
Hasta que los portavoces de ETA no se presenten a cara descubierta, como hizo la fracción político militar (séptima asamblea) aquel 30 de setiembre de 1982 en una rueda de prensa en Biarritz, no nos podremos tomar en serio ningún anuncio de una banda terrorista que sigue hablando, a estas alturas, de un «alto el fuego», con condiciones. La 'declaración de Bruselas' les pidió la pasada primavera un cese de la violencia «permanente y verificable» y los encapuchados con txapela hasta ahí pudieron leer ayer en su vídeo publicitario, poniendo especial acento en el señuelo de una implicación extranjera en una comisión de observadores que tanto juego reportó al IRA en el proceso irlandés. Pero como tantas veces se ha dicho que los procesos de Irlanda y Euskadi tienen más bien poco en común, sobre todo porque allí mandaba el Sinn Féin sobre el IRA y aquí ya hemos visto la nula autoridad que ha ejercido Batasuna sobre ETA, todos los agentes políticos que no pertenecían al entramado nacionalista más cercano rechazaban la «verificación». Entre otras cosas porque en un Estado democrático como el nuestro, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado se bastan y sobran para certificar si se mantiene o no algún foco de actividad terrorista.
Es posible, como suele repetir Teo Uriarte, que no se dé una puesta en escena con tinte dramático anunciando el fin de su existencia, porque significaría reconocer el fracaso de su historia (como hicieron los 'polimilis', por otra parte), pero parece claro que tendrán que surgir otros comunicados, aunque ninguno llegue a anunciar el cierre del tinglado. Todo el mundo esperaba uno; cierto. Pero no el de ayer. Si a estas alturas, tanto el lehendakari Patxi López y su Gobierno como el vicepresidente y ministro Rubalcaba califican el anuncio de ETA como «insuficiente», habrá que decir que la respuesta de los terroristas ha sido más bien deficiente. Porque siguen anclados más allá de los tiempos para poder hablar de una «confrontación armada» que solo existe en su imaginación y para seguir equiparando la defensa de los derechos humanos con la exigencia de la territorialidad y la soberanía vascas. Precio político. Contraprestaciones. Compensaciones. Eso espera lograr ETA, como premio, por dejar de matar . De ahí que sigan sin poderse quitar la capucha. Porque quieren seguir vigilando a los ciudadanos y tutelando a los suyos.
Pero ese tiempo ya pasó. No en vano, los colectivos de víctimas del terrorismo, que soportan con tanta dignidad el sufrimiento de la pérdida de los suyos, exigen que el fin de ETA no tenga impunidad. En su imagen, cada vez más patética y decadente, los encapuchados no hablaron del cese definitivo del terrorismo y, además, quisieron poner un precio político a su abandono. Mal asunto. Con ETA activa y vigilante se le van a complicar las condiciones a su entorno político que quiere presentarse en las próximas elecciones. Si ETA se queda, como parece, Batasuna y sus sociedades anónimas y laborales tendrán que romper con la banda. De lo contrario, parece bastante improbable que sus candidaturas puedan pasar el filtro legal solo con la presentación de unos estatutos adecentados para la ocasión.
A Batasuna se le exige mayor claridad teniendo en cuenta su implicación política con la banda terrorista. Si la Justicia española e internacional la ha considerado un «instrumento» de ETA tendrá que limpiar su nombre de toda sospecha de contaminación. Si no lo pueden hacer antes de las próximas elecciones de mayo, quizás no estén todavía maduros para dejar atrás el lado oscuro de su historia.