Gestionar Seguridad Privada en tiempos de crisis
Ya están aquí, llegaron ya, los tiempos de crisis e incertidumbre con todas sus amenazas y oportunidades para un sector con importantes fortalezas y algunas debilidades, como es el sector de la seguridad privada.
Ahora son tiempos de “atarse los machos” y gestionar en tiempo de crisis las amenazas y oportunidades con estrategias y recursos específicos.
La economía europea, en general, y la española en particular, se encuentran metidas de lleno en una desaceleración progresiva que puede alcanzar niveles dramáticos en los próximos meses si no se toman las medidas adecuadas dentro de la limitada capacidad de maniobra que tiene hoy un sector de servicios como es la seguridad privada.
En un ámbito general, la “resaca” que estamos padeciendo por el incremento de los costes derivados del precio del petróleo y, sobre todo, por la “borrachera” en la que hemos estado inmersos en el desarrollo desordenado del sector inmobiliario nos debe llevar, una vez más, a revisar y analizar ¿dónde estamos? y ¿el qué podemos hacer?
En el ¿dónde estamos? creo que ya vamos teniendo datos concretos: iniciamos un proceso de desaceleración económica y, previsiblemente, entraremos en una crisis y una recesión técnica derivada, en parte, de un crecimiento alocado sin la necesaria consolidación.
Y en el ¿qué podemos hacer? Esta si que es una “respuesta para nota” pero, además de sacar del armario la “bola de cristal”, hay que poner “manos a la obra” y trabajar más y mejor, incluso para ganar lo mismo habrá que hacer el doble para ganar la mitad.
A nivel macro, además de parar esa creación de políticas enfrentadas que siguen generando incertidumbres para la producción y el consumo, está claro que hay que concienciarse para reducir los consumos de los productos derivados del petróleo; hay que dejar que el propio mercado inmobiliario ajuste los precios a la baja para favorecer la entrada de nuevos inversores; hay que poner sobre la mesa medidas especiales para paliar el previsible incremento del desempleo; hay que acelerar todo el proceso de puesta en marcha de la nueva obra pública y las infraestructuras; y hay que poner a disposición de las pymes nuevos planes y ayudas no solo para paliar la crisis sino, especialmente, para generar empleo y nuevos productos y servicios.
Y, ahí estamos, aunque nadie sabe a ciencia cierta por qué patrón se cortan las crisis, ni cuándo ni cómo va acabarse, incluso algunos más pesimistas ven en la situación al fantasma de la crisis de 1929 que condujo a la gran depresión de los años treinta.
Tras el largo espacio dedicado a discutir “si son galgos o podencos”, si estábamos en una desaceleración o en el camino de una recesión, o en una crisis endógena o exógena, hoy conviene darse cuenta que estamos, en cualquier caso, en una situación peligrosa.
Así que “manos a la obra” y a diseñar nuevas estrategias prácticas para luchar contra y dentro de la incertidumbre o crisis económica.
Hay que revisar el plan de negocio de nuestras empresas de arriba abajo, tanto en los ingresos como en los gastos; hay que trabajar especialmente por retener a aquellos clientes más fieles y de adecuada rentabilidad; hay que ser precavido para establecer precios a la baja porque se puede entrar en pérdida real; antes de reducir estructura o despedir personal es aconsejable hacer un riguroso plan de tesorería a corto y medio plazo; hay que incrementar o seguir manteniendo las inversiones en marketing y publicidad para no perder el espacio conseguido; hay que focalizar la actividad y el “negocio clave” eliminando aquellas áreas o actividades, clientes y productos que no sean rentables... en definitiva, hay que adelantarse al mercado cada uno con sus armas y posibilidades.
En tiempos de crisis solo dos tipos de empresas terminan triunfando en una guerra de precios o incertidumbres: las grandes que tienen reservas de recursos y las que producen con menores u optimizados costes.
En este sentido, también es importante hacer un estudio sobre los clientes “menos sensibles al precio y más orientados a la calidad del servicio y a la eficacia en seguridad”. Hay que identificarlos claramente y asegurarse que están satisfechos y, sobre todo, no dejar que te los quiten tus competidores.
Por supuesto, esta norma vale también para los clientes finales que, en su objetivo de reducir y optimizar costes e inversiones, deben asegurarse que las empresas con las que contratan su seguridad también están orientadas a ofrecer una adecuada calidad de servicio y eficacia dentro de la situación necesaria y actual de “apretarse el cinturón” y no solo de sobrevivir con drásticas reducciones de precios, más peligrosas y típicas de “huídas hacia delante”, como pasó en la última crisis importante de 1993.
Como conclusión, de la crisis deberíamos aprovechar lo malo para extraer algo bueno o de las amenazas discernir las oportunidades: una reflexión sobre nuestra verdaderas amenazas y sus posibles correcciones y oportunidades de seguir consolidando ese hoy imprescindible sector de sistemas y servicios de seguridad privada en el que España tanto ha aportado a nivel internacional para establecer un modelo de negocio y colaboración con y para la seguridad pública.
No obstante, esta es una misión de todos donde más que nunca se precisa que, a la cabeza, esté el Gobierno no sólo con soluciones o ayudas generales para paliar la crisis, sino también acelerando el resolver sus suspensos en las asignaturas pendientes respecto a la regulación, profesionalización y entrada de personal extracomunitario para realizar servicios básicos o especializados con las garantías correspondientes, como puede dar un sector como el de la seguridad privada suficientemente maduro y consolidado.
Se precisa una mayor voluntad política para una reactivación sectorial y nuevas estrategias empresariales y profesionales para gestionar la seguridad privada en tiempos de crisis.
Ya están aquí, llegaron ya, los tiempos de crisis e incertidumbre con todas sus amenazas y oportunidades para un sector con importantes fortalezas y algunas debilidades, como es el sector de la seguridad privada.
Ahora son tiempos de “atarse los machos” y gestionar en tiempo de crisis las amenazas y oportunidades con estrategias y recursos específicos.
La economía europea, en general, y la española en particular, se encuentran metidas de lleno en una desaceleración progresiva que puede alcanzar niveles dramáticos en los próximos meses si no se toman las medidas adecuadas dentro de la limitada capacidad de maniobra que tiene hoy un sector de servicios como es la seguridad privada.
En un ámbito general, la “resaca” que estamos padeciendo por el incremento de los costes derivados del precio del petróleo y, sobre todo, por la “borrachera” en la que hemos estado inmersos en el desarrollo desordenado del sector inmobiliario nos debe llevar, una vez más, a revisar y analizar ¿dónde estamos? y ¿el qué podemos hacer?
En el ¿dónde estamos? creo que ya vamos teniendo datos concretos: iniciamos un proceso de desaceleración económica y, previsiblemente, entraremos en una crisis y una recesión técnica derivada, en parte, de un crecimiento alocado sin la necesaria consolidación.
Y en el ¿qué podemos hacer? Esta si que es una “respuesta para nota” pero, además de sacar del armario la “bola de cristal”, hay que poner “manos a la obra” y trabajar más y mejor, incluso para ganar lo mismo habrá que hacer el doble para ganar la mitad.
A nivel macro, además de parar esa creación de políticas enfrentadas que siguen generando incertidumbres para la producción y el consumo, está claro que hay que concienciarse para reducir los consumos de los productos derivados del petróleo; hay que dejar que el propio mercado inmobiliario ajuste los precios a la baja para favorecer la entrada de nuevos inversores; hay que poner sobre la mesa medidas especiales para paliar el previsible incremento del desempleo; hay que acelerar todo el proceso de puesta en marcha de la nueva obra pública y las infraestructuras; y hay que poner a disposición de las pymes nuevos planes y ayudas no solo para paliar la crisis sino, especialmente, para generar empleo y nuevos productos y servicios.
Y, ahí estamos, aunque nadie sabe a ciencia cierta por qué patrón se cortan las crisis, ni cuándo ni cómo va acabarse, incluso algunos más pesimistas ven en la situación al fantasma de la crisis de 1929 que condujo a la gran depresión de los años treinta.
Tras el largo espacio dedicado a discutir “si son galgos o podencos”, si estábamos en una desaceleración o en el camino de una recesión, o en una crisis endógena o exógena, hoy conviene darse cuenta que estamos, en cualquier caso, en una situación peligrosa.
Así que “manos a la obra” y a diseñar nuevas estrategias prácticas para luchar contra y dentro de la incertidumbre o crisis económica.
Hay que revisar el plan de negocio de nuestras empresas de arriba abajo, tanto en los ingresos como en los gastos; hay que trabajar especialmente por retener a aquellos clientes más fieles y de adecuada rentabilidad; hay que ser precavido para establecer precios a la baja porque se puede entrar en pérdida real; antes de reducir estructura o despedir personal es aconsejable hacer un riguroso plan de tesorería a corto y medio plazo; hay que incrementar o seguir manteniendo las inversiones en marketing y publicidad para no perder el espacio conseguido; hay que focalizar la actividad y el “negocio clave” eliminando aquellas áreas o actividades, clientes y productos que no sean rentables... en definitiva, hay que adelantarse al mercado cada uno con sus armas y posibilidades.
En tiempos de crisis solo dos tipos de empresas terminan triunfando en una guerra de precios o incertidumbres: las grandes que tienen reservas de recursos y las que producen con menores u optimizados costes.
En este sentido, también es importante hacer un estudio sobre los clientes “menos sensibles al precio y más orientados a la calidad del servicio y a la eficacia en seguridad”. Hay que identificarlos claramente y asegurarse que están satisfechos y, sobre todo, no dejar que te los quiten tus competidores.
Por supuesto, esta norma vale también para los clientes finales que, en su objetivo de reducir y optimizar costes e inversiones, deben asegurarse que las empresas con las que contratan su seguridad también están orientadas a ofrecer una adecuada calidad de servicio y eficacia dentro de la situación necesaria y actual de “apretarse el cinturón” y no solo de sobrevivir con drásticas reducciones de precios, más peligrosas y típicas de “huídas hacia delante”, como pasó en la última crisis importante de 1993.
Como conclusión, de la crisis deberíamos aprovechar lo malo para extraer algo bueno o de las amenazas discernir las oportunidades: una reflexión sobre nuestra verdaderas amenazas y sus posibles correcciones y oportunidades de seguir consolidando ese hoy imprescindible sector de sistemas y servicios de seguridad privada en el que España tanto ha aportado a nivel internacional para establecer un modelo de negocio y colaboración con y para la seguridad pública.
No obstante, esta es una misión de todos donde más que nunca se precisa que, a la cabeza, esté el Gobierno no sólo con soluciones o ayudas generales para paliar la crisis, sino también acelerando el resolver sus suspensos en las asignaturas pendientes respecto a la regulación, profesionalización y entrada de personal extracomunitario para realizar servicios básicos o especializados con las garantías correspondientes, como puede dar un sector como el de la seguridad privada suficientemente maduro y consolidado.
Se precisa una mayor voluntad política para una reactivación sectorial y nuevas estrategias empresariales y profesionales para gestionar la seguridad privada en tiempos de crisis.