Los Diez Mandamientos de la Alimentación Racional del Perro
1. Administrar cantidades de agua suficientes.
Siempre se debe dejar a libre disposición del perro agua potable fresca y renovarla frecuentemente, teniendo en cuenta que el consumo medio es de 60 ml por kilogramo de peso corporal y por día, y que esta cantidad es mayor en el cachorro, la perra que amamanta, los climas calurosos y en periodo de trabajo.
2. Respetar las transiciones alimentarías
Toda modificación de la dieta del perro debe hacerse de manera progresiva, a lo largo de una semana, para permitirle adaptarse desde el punto de vista gustativo, digestivo y metabólico, y para dar tiempo a su microflora intestinal –mucho más íntimamente relacionada con lo que come que la del hombre –de reconstituirse especialmente en función del nuevo alimento.
3. Asegurar al perro comida regulares
El perro sólo está contento si recibe todos los días, a la misma hora, en el mismo lugar y en el mismo comedero, el mismo alimento. Se debe adaptar el número de comidas al estado fisiológico del animal, que debe ser pesado con regularidad.
4. Controlar las cantidades del alimento administradas
Las cantidades distribuidas cada dia, calculadas en función del requerimiento energético cotidiano del perro y del contenido en calorías de los alimentos, se deben pesar periódicamente para evitar toda deriva lenta hacia la obesidad. Dichas cantidades se deben adaptar a la evolución del peso del perro, que también debe ser determinado con regularidad.
5. Proporcionar al perro una dieta equilibrada
El alimento, ya sea casero o industrial, debe tener todos los nutrientes que el perro necesita, en cantidades satisfactorias y en las proporciones adecuadas a su tamaño (perro pequeño, mediano o grande), su estado fisiológico (mantenimiento, reproducción, deporte), su edad (cachorro, adulto, maduro, perro de edad avanzada), incluso a su eventual estado patológico.
6. Elegir correctamente el alimento del perro
La elección del alimento que se dará a un perro no es decisión anodina y deben prevalecer los criterios de equilibrio nutricional.
Tres criterios fundamentales intervienen en la elección de un buen alimento para un perro: su edad (cachorros, adultos, adulto maduro o perro que envejece), su nivel de actividad física o fisiológica (activo, deportivo, reproductor) y su tamaño (pequeño, mediano, grande o gigante).
7. Utilizar el alimento de manera racional
La manera de administrar el alimento cuenta tanto como el contenido del mismo. Si se utiliza alimentos industriales, es esencial seguir correctamente el modo de empleo del fabricante . Con respecto a la alimentación casera, se deben rechazar ciertas expresiones , nulas y sin valor para el perro: “lo alimento como a mi mismo”, “come lo que quiere”, “solo quiere eso”, etc. Por otra parte, las sobras de la mesa, las golosinas, los dulces, las tortas y el chocolate no deben formar parte de la alimentación de un perro.
8. Mantener un nivel de higiene satisfactorio
Los alimentos industriales ofrecen las mejores garantías de salubridad higiénica y , utilizados correctamente, no presentan ningún riesgo de intoxicación alimentaría. Las latas abiertas y los alimentos frescos o descongelados se deben conservar en la nevera, mientas que las croquetas se deben mantener en la bolsa cerrada, en un lugar seco. Si el perro no termina su comida, hay que desechar los restos. Por último, hay que limpiar el comedero a diario.
9. Controlar los resultados individuales
Se debe controlar la eficacia del racionamiento y su adecuación para el perro, basándose en elementos tan simples como la calidad de su pelaje y de sus excrementos, su apetito y su comportamiento cotidiano.
10. No dudar en recurrir al veterinario
Debido a su formación el veterinario es también el dietista del perro, tanto de su vida cotidiana como cuando está enfermo. Es necesario consultarlo en caso de falta de apetito o bulimia durables, adelgazamiento o aumento de peso anormales, diarreas o estreñimiento persistentes, trastornos físicos o conductuales preocupantes, así como por todas las variaciones importantes de la sed o del apetito, que pueden ser signos precursores de una enfermedad general y requieren un examen detenido del perro.
1. Administrar cantidades de agua suficientes.
Siempre se debe dejar a libre disposición del perro agua potable fresca y renovarla frecuentemente, teniendo en cuenta que el consumo medio es de 60 ml por kilogramo de peso corporal y por día, y que esta cantidad es mayor en el cachorro, la perra que amamanta, los climas calurosos y en periodo de trabajo.
2. Respetar las transiciones alimentarías
Toda modificación de la dieta del perro debe hacerse de manera progresiva, a lo largo de una semana, para permitirle adaptarse desde el punto de vista gustativo, digestivo y metabólico, y para dar tiempo a su microflora intestinal –mucho más íntimamente relacionada con lo que come que la del hombre –de reconstituirse especialmente en función del nuevo alimento.
3. Asegurar al perro comida regulares
El perro sólo está contento si recibe todos los días, a la misma hora, en el mismo lugar y en el mismo comedero, el mismo alimento. Se debe adaptar el número de comidas al estado fisiológico del animal, que debe ser pesado con regularidad.
4. Controlar las cantidades del alimento administradas
Las cantidades distribuidas cada dia, calculadas en función del requerimiento energético cotidiano del perro y del contenido en calorías de los alimentos, se deben pesar periódicamente para evitar toda deriva lenta hacia la obesidad. Dichas cantidades se deben adaptar a la evolución del peso del perro, que también debe ser determinado con regularidad.
5. Proporcionar al perro una dieta equilibrada
El alimento, ya sea casero o industrial, debe tener todos los nutrientes que el perro necesita, en cantidades satisfactorias y en las proporciones adecuadas a su tamaño (perro pequeño, mediano o grande), su estado fisiológico (mantenimiento, reproducción, deporte), su edad (cachorro, adulto, maduro, perro de edad avanzada), incluso a su eventual estado patológico.
6. Elegir correctamente el alimento del perro
La elección del alimento que se dará a un perro no es decisión anodina y deben prevalecer los criterios de equilibrio nutricional.
Tres criterios fundamentales intervienen en la elección de un buen alimento para un perro: su edad (cachorros, adultos, adulto maduro o perro que envejece), su nivel de actividad física o fisiológica (activo, deportivo, reproductor) y su tamaño (pequeño, mediano, grande o gigante).
7. Utilizar el alimento de manera racional
La manera de administrar el alimento cuenta tanto como el contenido del mismo. Si se utiliza alimentos industriales, es esencial seguir correctamente el modo de empleo del fabricante . Con respecto a la alimentación casera, se deben rechazar ciertas expresiones , nulas y sin valor para el perro: “lo alimento como a mi mismo”, “come lo que quiere”, “solo quiere eso”, etc. Por otra parte, las sobras de la mesa, las golosinas, los dulces, las tortas y el chocolate no deben formar parte de la alimentación de un perro.
8. Mantener un nivel de higiene satisfactorio
Los alimentos industriales ofrecen las mejores garantías de salubridad higiénica y , utilizados correctamente, no presentan ningún riesgo de intoxicación alimentaría. Las latas abiertas y los alimentos frescos o descongelados se deben conservar en la nevera, mientas que las croquetas se deben mantener en la bolsa cerrada, en un lugar seco. Si el perro no termina su comida, hay que desechar los restos. Por último, hay que limpiar el comedero a diario.
9. Controlar los resultados individuales
Se debe controlar la eficacia del racionamiento y su adecuación para el perro, basándose en elementos tan simples como la calidad de su pelaje y de sus excrementos, su apetito y su comportamiento cotidiano.
10. No dudar en recurrir al veterinario
Debido a su formación el veterinario es también el dietista del perro, tanto de su vida cotidiana como cuando está enfermo. Es necesario consultarlo en caso de falta de apetito o bulimia durables, adelgazamiento o aumento de peso anormales, diarreas o estreñimiento persistentes, trastornos físicos o conductuales preocupantes, así como por todas las variaciones importantes de la sed o del apetito, que pueden ser signos precursores de una enfermedad general y requieren un examen detenido del perro.