Esta vez será en una nave abandonada. Todo ha sido preparado desde hace meses. Todo está bien estudiado de forma meticulosa para que nada falle, que todo concuerde…para que el acto sea perfecto.
Otras veces anteriores ha sido en garajes, corrales…lo importante es que el lugar sea apartado, lo más oculto posible y poco llamativo. Es más o menos el mismo ritual y costumbre de clandestinidad que en las operaciones de tráfico de drogas.
El lugar, después de haberse cambiado horas antes del “festejo”, por fin se da a conocer de forma definitiva .Una cita en un parking y todos los asistentes siguen a un solo coche hasta el campo de batalla. Es este otro método más para evitar “chivatazos y soplos”. Todo es poco para evitar a la pasma. Aquí la gente se juega, además de su “honor, su reputación y hombría”, una buena cantidad de billetes.
Mirando al personal ves gente de lo más variopinta. Normalmente suele ser gente de las que simplemente por la apariencia tú y yo, en una noche de invierno a las 2 de la madrugada, nos cambiaríamos de acera al verlo llegar de frente a nosotros. Pero tras esto, se encuentran los grandes “promotores” que de traje, maletín y lujosos coches se mantienen en el anonimato.
El ring o también llamado “pit o foso” es un lugar de 16 m. cuadrados, aislado con maderas y con un suelo de cemento o moqueta.
Aunque parezca raro pero sí; este desalmado acto, según dicen sus defensores (que más raro aún pero “haberlos haylos”), tiene sus reglas. No son para nada como las normas que se imponen en las luchas de perros Tosa Inu en Japón (siguen siendo peleas pero pintan ya con otro aire) pero las verdaderas peleas tienen su árbitro y todo. Sí sí…que no falte de nada…No hablo de una “topa” (prueba, entrenamiento, pre-estreno del futuro perro de pelea) donde se enfrentan perros de forma “amistosa” para ir cogiendo rodaje, para hacer sparring. Las quedadas importantes, donde se “maneja mucha pasta” tienen una serie de procedimientos.
El árbitro de la futura riña recibe a cuenta unos 300 e. del “entrenador” de cada púgil. Cada perro, minutos antes de la pelea, es pesado. No puede haber una diferencia de 300 g entre los luchadores ya que si algún animal sobrepasa el peso previamente establecido, se le declara inmediatamente perdedor del combate y pierde la suma económica. En muchas peleas también se suelen lavar a los perros con leche o agua para retirar o minimizar los efectos de posibles sustancias tóxicas que hayan podido ser aplicadas anteriormente en animal.
Posteriormente llega el momento de las apuestas que no son para nada moco de pavo. Animales traídos desde el extranjero( México, Estados Unidos, Rusia…), leyendas vivas del inframundo de las peleas…son grandes alicientes y motivos suficientes para apostarse importantes sumas. Aún hoy entre los “aficionados” se recuerda al gran Bimbo, Tyson…
Una vez ya dentro del foso “animales”, perros y el susodicho árbitro comienza la barbarie jaleados por los espectadores que, cegados por su mezquindad, no ven más que dos perros mordiéndose. Los canes son sujetados por el pescuezo y dispuestos cara a cara. A la orden de suelta como dos balas, los cuerpos chocan, se muerden, se zarandean. Cerca sus entrenadores repiten” vamos monstruo…vamos” o “cómetelo…cómetelo, muy bieeen,… así…”. Claro, todo ánimo es poco para sus pupilos. Si un perro llegado el momento decide rehusar la pelea e intenta escapar son detenidos ambos combatientes y se separan con cuñas que al introducirse en la mandíbula del animal, producen la suelta de su presa. De nuevo son enfrentados. Si de nuevo el animal insiste en escapar de la cruda realidad a la cual le están sometiendo…se anuncia el final de la pelea quedando este animal como el perdedor.
Esta barbarie no suele durar menos de1 h. ¿El final? Aparte del dolor, heridas y trastornos para ambos animales, suele concluirse también con la muerte de uno de los contendientes. Normalmente suelen perecer más por causas de fallos cardiovasculares debido al estress durante un largo periodo que por la muerte de uno de los cánidos entre las fauces de su rival.
Ni que decir tiene que muchos otros animales, incluso vencedores, mueren tiempo más tarde por la gravedad de sus heridas. Los “cobardes que no tuvieron cojones” de seguir peleando…o son abandonados o pasan (nunca mejor dicho) a mejor vida a manos de sus dueños.
Esto ha sido un relato de lo que suponen las peleas de perros en el estado español. Pero alrededor del mundo se sigue practicando este tipo de maltrato animal. En Japón, con el Tosa Inu (con sus rituales, su tradición, sus reglas…), en Rusia con sus Ovcharkas-pastor de asia central y mastín del caucaso- (que incluso competían en estadios de futbol), en Afganistan…
No nos engañemos: aquí las “maquinas de matar”, los asesinos, los que debían ser considerados potencialmente peligrosos, a los que se debería esterilizar, y si no es mucho pedir…”dar una collejita que otra” es a los dementes de dos patas que los convierten a su imagen y semejanza. Los perros son solo eso, meras víctimas puras victimas .
todo esto a mi me puede y me mata.
Otras veces anteriores ha sido en garajes, corrales…lo importante es que el lugar sea apartado, lo más oculto posible y poco llamativo. Es más o menos el mismo ritual y costumbre de clandestinidad que en las operaciones de tráfico de drogas.
El lugar, después de haberse cambiado horas antes del “festejo”, por fin se da a conocer de forma definitiva .Una cita en un parking y todos los asistentes siguen a un solo coche hasta el campo de batalla. Es este otro método más para evitar “chivatazos y soplos”. Todo es poco para evitar a la pasma. Aquí la gente se juega, además de su “honor, su reputación y hombría”, una buena cantidad de billetes.
Mirando al personal ves gente de lo más variopinta. Normalmente suele ser gente de las que simplemente por la apariencia tú y yo, en una noche de invierno a las 2 de la madrugada, nos cambiaríamos de acera al verlo llegar de frente a nosotros. Pero tras esto, se encuentran los grandes “promotores” que de traje, maletín y lujosos coches se mantienen en el anonimato.
El ring o también llamado “pit o foso” es un lugar de 16 m. cuadrados, aislado con maderas y con un suelo de cemento o moqueta.
Aunque parezca raro pero sí; este desalmado acto, según dicen sus defensores (que más raro aún pero “haberlos haylos”), tiene sus reglas. No son para nada como las normas que se imponen en las luchas de perros Tosa Inu en Japón (siguen siendo peleas pero pintan ya con otro aire) pero las verdaderas peleas tienen su árbitro y todo. Sí sí…que no falte de nada…No hablo de una “topa” (prueba, entrenamiento, pre-estreno del futuro perro de pelea) donde se enfrentan perros de forma “amistosa” para ir cogiendo rodaje, para hacer sparring. Las quedadas importantes, donde se “maneja mucha pasta” tienen una serie de procedimientos.
El árbitro de la futura riña recibe a cuenta unos 300 e. del “entrenador” de cada púgil. Cada perro, minutos antes de la pelea, es pesado. No puede haber una diferencia de 300 g entre los luchadores ya que si algún animal sobrepasa el peso previamente establecido, se le declara inmediatamente perdedor del combate y pierde la suma económica. En muchas peleas también se suelen lavar a los perros con leche o agua para retirar o minimizar los efectos de posibles sustancias tóxicas que hayan podido ser aplicadas anteriormente en animal.
Posteriormente llega el momento de las apuestas que no son para nada moco de pavo. Animales traídos desde el extranjero( México, Estados Unidos, Rusia…), leyendas vivas del inframundo de las peleas…son grandes alicientes y motivos suficientes para apostarse importantes sumas. Aún hoy entre los “aficionados” se recuerda al gran Bimbo, Tyson…
Una vez ya dentro del foso “animales”, perros y el susodicho árbitro comienza la barbarie jaleados por los espectadores que, cegados por su mezquindad, no ven más que dos perros mordiéndose. Los canes son sujetados por el pescuezo y dispuestos cara a cara. A la orden de suelta como dos balas, los cuerpos chocan, se muerden, se zarandean. Cerca sus entrenadores repiten” vamos monstruo…vamos” o “cómetelo…cómetelo, muy bieeen,… así…”. Claro, todo ánimo es poco para sus pupilos. Si un perro llegado el momento decide rehusar la pelea e intenta escapar son detenidos ambos combatientes y se separan con cuñas que al introducirse en la mandíbula del animal, producen la suelta de su presa. De nuevo son enfrentados. Si de nuevo el animal insiste en escapar de la cruda realidad a la cual le están sometiendo…se anuncia el final de la pelea quedando este animal como el perdedor.
Esta barbarie no suele durar menos de1 h. ¿El final? Aparte del dolor, heridas y trastornos para ambos animales, suele concluirse también con la muerte de uno de los contendientes. Normalmente suelen perecer más por causas de fallos cardiovasculares debido al estress durante un largo periodo que por la muerte de uno de los cánidos entre las fauces de su rival.
Ni que decir tiene que muchos otros animales, incluso vencedores, mueren tiempo más tarde por la gravedad de sus heridas. Los “cobardes que no tuvieron cojones” de seguir peleando…o son abandonados o pasan (nunca mejor dicho) a mejor vida a manos de sus dueños.
Esto ha sido un relato de lo que suponen las peleas de perros en el estado español. Pero alrededor del mundo se sigue practicando este tipo de maltrato animal. En Japón, con el Tosa Inu (con sus rituales, su tradición, sus reglas…), en Rusia con sus Ovcharkas-pastor de asia central y mastín del caucaso- (que incluso competían en estadios de futbol), en Afganistan…
No nos engañemos: aquí las “maquinas de matar”, los asesinos, los que debían ser considerados potencialmente peligrosos, a los que se debería esterilizar, y si no es mucho pedir…”dar una collejita que otra” es a los dementes de dos patas que los convierten a su imagen y semejanza. Los perros son solo eso, meras víctimas puras victimas .
todo esto a mi me puede y me mata.