Educación.
Independientemente de la raza del perro, de si es más o menos inteligente, y de que vaya a ser un perro de compañía o vaya a trabajar, hay unos mínimos que el perro ha de aprender. Cuanto más joven se empiece a enseñarle, mejor. Lo ideal, y en ciertos casos imprescindible, es que en cuanto entra en casa se dé comienzo a su educación.
Como reglas generales, no hay que perdonarle ni un fallo ni una desobediencia, ser más constantes que él, y no dar por finalizado un ejercicio hasta que no lo ha hecho correctamente. De lo contrario aprenderá que a veces puede salirse con la suya, y obedecerá solo cuando le interese.
Se deben usar órdenes cortas, preferiblemente de una sola sílaba, y que no lleven a confusión (no usar palabras muy parecidas para órdenes diferentes). Muchos adiestradores suelen usar el idioma alemán, pero para nuestras necesidades "domésticas" basta con usar cualquier palabra corta y de sonido claro. Y hablamos de perros, de modo que no uses pronombres (decir: sientate, levantante, tumbate, ... esto confunde al perro pues la última sílaba es siempre igual).
Acudir a nuestra llamada.
Se debe usar siempre la misma palabra como orden, para no confundirle. Es posible que obedezca voluntariamente, en ese caso hay que premiarle para fomentar esa obediencia. Si no obedece se puede usar una cuerda larga y al tiempo que se le dá la orden, se le atrae hasta nosotros, hasta que acabe entendiendo lo que se le exige.
Hacer sus necesidades en la calle.
Siempre que se le descubra in fraganti ensuciendo la casa, hay que castigarle inmediatamente. No sirve hacerlo después de que haya pasado un tiempo o, si se ha quedado solo, regañarle cuando volvemos, pues no lo asociará a la falta que ha cometido. Como complemento, cada vez que hace sus necesidades en la calle se le debe felicitar calurosamente. Hay que tener más paciencia que él y no dejarle pasar ni una. Importante: la costumbre de frotarle el hocico en lo que ha ensuciado es contraproducente, pues si no nos entiende bien, pensará que es lo que debe hacer y puede llegar al extremo de ensuciarse él mismo o comer los excrementos, pensando que con ello hace lo que deseamos.
Acostumbrarse al collar y a la correa.
Ponerselos para salir y quitarselos en cuanto llega a casa, para que lo asocie al paseo. No es bueno dejarle siempre suelto en la calle, o cuando llegue a adulto no se acostumbrará a ir atado. Cuando es muy pequeño conviene dejarle tirar de la correa (le desarrolla los músculos del pecho); pero al crecer ha de aprender a ir al lado sin tirar.
Sentarse.
Para enseñar al cachorro basta con hacerle levantar la cabeza y empujarle los cuartos traseros hacia el suelo, al tiempo que se le dá la orden. Esto lo aprenden muy fácilmente y ya no lo olvidan.
Detenerse.
Es fácil de enseñar si llevamos al perro atado. Cada vez que nos paremos damos la orden y si sigue andando se dá un tirón de la correa, obligandole a pararse.
Caminar al lado. Tumbarse. Otras.
Si le llevamos atado es fácil hacer que camine a nuestro lado. El que vaya pegado a nuestra pierna sin ir atado, el tumbarse, el acudir a nuestra llamada y sentarse frente a nosotros, etc, son órdenes más complejas, más difíciles de enseñar, y forman parte de un adiestramiento especializado, que vá más allá de la mínima educación imprescindible.
Independientemente de la raza del perro, de si es más o menos inteligente, y de que vaya a ser un perro de compañía o vaya a trabajar, hay unos mínimos que el perro ha de aprender. Cuanto más joven se empiece a enseñarle, mejor. Lo ideal, y en ciertos casos imprescindible, es que en cuanto entra en casa se dé comienzo a su educación.
Como reglas generales, no hay que perdonarle ni un fallo ni una desobediencia, ser más constantes que él, y no dar por finalizado un ejercicio hasta que no lo ha hecho correctamente. De lo contrario aprenderá que a veces puede salirse con la suya, y obedecerá solo cuando le interese.
Se deben usar órdenes cortas, preferiblemente de una sola sílaba, y que no lleven a confusión (no usar palabras muy parecidas para órdenes diferentes). Muchos adiestradores suelen usar el idioma alemán, pero para nuestras necesidades "domésticas" basta con usar cualquier palabra corta y de sonido claro. Y hablamos de perros, de modo que no uses pronombres (decir: sientate, levantante, tumbate, ... esto confunde al perro pues la última sílaba es siempre igual).
Acudir a nuestra llamada.
Se debe usar siempre la misma palabra como orden, para no confundirle. Es posible que obedezca voluntariamente, en ese caso hay que premiarle para fomentar esa obediencia. Si no obedece se puede usar una cuerda larga y al tiempo que se le dá la orden, se le atrae hasta nosotros, hasta que acabe entendiendo lo que se le exige.
Hacer sus necesidades en la calle.
Siempre que se le descubra in fraganti ensuciendo la casa, hay que castigarle inmediatamente. No sirve hacerlo después de que haya pasado un tiempo o, si se ha quedado solo, regañarle cuando volvemos, pues no lo asociará a la falta que ha cometido. Como complemento, cada vez que hace sus necesidades en la calle se le debe felicitar calurosamente. Hay que tener más paciencia que él y no dejarle pasar ni una. Importante: la costumbre de frotarle el hocico en lo que ha ensuciado es contraproducente, pues si no nos entiende bien, pensará que es lo que debe hacer y puede llegar al extremo de ensuciarse él mismo o comer los excrementos, pensando que con ello hace lo que deseamos.
Acostumbrarse al collar y a la correa.
Ponerselos para salir y quitarselos en cuanto llega a casa, para que lo asocie al paseo. No es bueno dejarle siempre suelto en la calle, o cuando llegue a adulto no se acostumbrará a ir atado. Cuando es muy pequeño conviene dejarle tirar de la correa (le desarrolla los músculos del pecho); pero al crecer ha de aprender a ir al lado sin tirar.
Sentarse.
Para enseñar al cachorro basta con hacerle levantar la cabeza y empujarle los cuartos traseros hacia el suelo, al tiempo que se le dá la orden. Esto lo aprenden muy fácilmente y ya no lo olvidan.
Detenerse.
Es fácil de enseñar si llevamos al perro atado. Cada vez que nos paremos damos la orden y si sigue andando se dá un tirón de la correa, obligandole a pararse.
Caminar al lado. Tumbarse. Otras.
Si le llevamos atado es fácil hacer que camine a nuestro lado. El que vaya pegado a nuestra pierna sin ir atado, el tumbarse, el acudir a nuestra llamada y sentarse frente a nosotros, etc, son órdenes más complejas, más difíciles de enseñar, y forman parte de un adiestramiento especializado, que vá más allá de la mínima educación imprescindible.