Hace 13 horas J. M. Zuloaga.
Ya no saben qué inventar para mantener el «proceso» abierto e intentar forzar al Gobierno a una negociación. Un sector de ETA pretende, de acuerdo con la «izquierda abertzale», escenificar un «sellado» de los zulos, en los que esconden las armas y los explosivos, como «gesto de buena voluntad». Se trata de la enésima trampa ideada por los pistoleros y su entramado, según fuentes antiterroristas. Lo que no dicen es que responde a los problemas internos por los que atraviesa la banda y su entorno. El «sellado», por supuesto, no garantiza que las armas y explosivos no sean utilizados cuando a los pistoleros les convenga. En estos momentos, tal y como adelantó LA RAZÓN, en el mundo de ETA se enfrentan dos sectores claramente diferenciados: los partidarios de la «continuidad» del «proceso» (aunque no avance) y los que pretenden adoptar, a corto y medio plazo, medidas de fuerza para obligar al Gobierno a negociar. Las divergencias internas, cada días más palpables, han obligado a la banda a alargar un debate interno que debía estar cerrado a finales del año pasado.
Según han informado a LA RAZÓN expertos antiterroristas, el sector «continuista» ha urdido una estrategia a dos bandas (presos, de la que informaba ayer nuestro periódico, y ETA), con la que pretende frenar a los más radicales y, de paso, tratar de poner al Gobierno entre la espada y la pared por su supuesta «falta de iniciativa». El banderín de salida será la publicación, a finales de este mes, de las conclusiones del Foro Social, que tuvo lugar en Pamplona y Bilbao a mediados de marzo y en el que se abordaron, entre otros asuntos, el «desarme y el desmantelamiento». Lo que se les ha ocurrido a los «estrategas», siempre que la banda lo acepte y el sector radical, cada vez más influyente, lo permita, es la escenificación de un «sellado» de los zulos, en los que se esconden las armas y los explosivos, que, en cualquier caso, quedarían en manos de los pistoleros. El «sellado», que sería conveniente grabado con el fin de «autentificarlo», consistiría en que uno o varios miembros de los comités que controla el abogado surafricano Currin (mediadores y verificadores) se unieran con algunos etarrras en los lugares donde se encuentran los zulos.
Allí, por el procedimiento que se les ocurra y con el tipo de sello que crean conveniente, los escondites quedarían cerrados sin la posibilidad de ser abiertos (eso harían creer). Al no estar presentes las Fuerzas de Seguridad de España y Francia u observadores independientes, las garantías de este particular espectáculo serían nulas. Se vendería como una forma de «inutilizar» el uso de las armas y explosivos que, estando ETA de por medio, tiene tanto valor como un billete de 30 euros, según las citadas fuentes. La escenificación, con todos los aditamentos de la clandestinidad (se supone que los verificadores serían llevados hasta los lugares con los ojos vendados, no sea que en algún momento pudieran cometer alguna indiscreción) tendría, a efectos mediáticos, un gran impacto. Al menos, eso es lo que espera la «izquierda abertzale».
A este respecto, a uno de los ponentes en el Foro Social de Pamplona-Bilbao, un tal Robert Mc Bride (presentado como experto surafricano en procesos de paz, especializado en desarme y desmantelamiento) se le formuló la siguiente pregunta: «¿Qué repercusión tendría la posibilidad de que la Comisión Internacional de Verificación, decidiera dar por finalizado su trabajo de aquí a seis meses si entre ETA y el Estado español no hubiera ningún encuentro o no llegaran a ningún acuerdo?». Respuesta: «En mi opinión, la Comisión Internacional de Verificación no debería dar por finalizado su trabajo. La obstinación y la irracionalidad de una de las partes no deberían ser correspondidas. Un proceso de paz requiere de cualidades de resistencia y paciencia estratégica. Al mismo tiempo, apela a los gobiernos sensatos y a organizaciones supranacionales a continuar con el fin de presionar a las personas negacionistas. En determinada etapa del proceso, el sentido prevalecerá». Es decir, que los «verificadores», que la propia ETA había dado por amortizados en sus comunicados y documentos internos, serían ahora «resucitados» dentro del plan urdido por los «continuistas» de Batasuna.
Según las fuentes consultadas por este periódico, ETA tiene guardados sus armas y explosivos en zulos diseminados por todo el territorio de Francia. Están controlados por responsables que dependen de la «dirección» de la banda, con el fin de que la posible utilización de los elementos para matar o causar destrucción, cuente con la aprobación de los máximos cabecillas. Ésta sería una de las razones por las que los que tienen en la cabeza «pasar a la acción» (lo que siempre sería vendido como una escisión) están atados de pies y manos. Sin embargo, las referidas fuentes recuerdan que ETA cuenta con una siniestra historia de décadas y que hay muchas armas antiguas, pero en perfecto estado de uso, que pueden estar fuera del control de la «dirección».
En el Foro Social se preguntó a Aaro Suonio, presentado como jefe de Gabinete de la Comisión de Desarme del Norte de Irlanda, si en el caso de desarme y desmantelamiento, «¿merece la pena esperar al Gobierno del PP de Madrid, si es evidente su estrategia la de no dialogar, no ayudar y torpedear cualquier avance? ¿No es el camino de la unilateralidad (palabra mágica para la «izquierda abertzale», que aspira a seguir en la poltrona) el más digno y efectivo?». Respuesta: «Si el unilateralismo es posible, entonces, es una opción y, en mi opinión, el desarme siempre está dignificado»
Ya no saben qué inventar para mantener el «proceso» abierto e intentar forzar al Gobierno a una negociación. Un sector de ETA pretende, de acuerdo con la «izquierda abertzale», escenificar un «sellado» de los zulos, en los que esconden las armas y los explosivos, como «gesto de buena voluntad». Se trata de la enésima trampa ideada por los pistoleros y su entramado, según fuentes antiterroristas. Lo que no dicen es que responde a los problemas internos por los que atraviesa la banda y su entorno. El «sellado», por supuesto, no garantiza que las armas y explosivos no sean utilizados cuando a los pistoleros les convenga. En estos momentos, tal y como adelantó LA RAZÓN, en el mundo de ETA se enfrentan dos sectores claramente diferenciados: los partidarios de la «continuidad» del «proceso» (aunque no avance) y los que pretenden adoptar, a corto y medio plazo, medidas de fuerza para obligar al Gobierno a negociar. Las divergencias internas, cada días más palpables, han obligado a la banda a alargar un debate interno que debía estar cerrado a finales del año pasado.
Según han informado a LA RAZÓN expertos antiterroristas, el sector «continuista» ha urdido una estrategia a dos bandas (presos, de la que informaba ayer nuestro periódico, y ETA), con la que pretende frenar a los más radicales y, de paso, tratar de poner al Gobierno entre la espada y la pared por su supuesta «falta de iniciativa». El banderín de salida será la publicación, a finales de este mes, de las conclusiones del Foro Social, que tuvo lugar en Pamplona y Bilbao a mediados de marzo y en el que se abordaron, entre otros asuntos, el «desarme y el desmantelamiento». Lo que se les ha ocurrido a los «estrategas», siempre que la banda lo acepte y el sector radical, cada vez más influyente, lo permita, es la escenificación de un «sellado» de los zulos, en los que se esconden las armas y los explosivos, que, en cualquier caso, quedarían en manos de los pistoleros. El «sellado», que sería conveniente grabado con el fin de «autentificarlo», consistiría en que uno o varios miembros de los comités que controla el abogado surafricano Currin (mediadores y verificadores) se unieran con algunos etarrras en los lugares donde se encuentran los zulos.
Allí, por el procedimiento que se les ocurra y con el tipo de sello que crean conveniente, los escondites quedarían cerrados sin la posibilidad de ser abiertos (eso harían creer). Al no estar presentes las Fuerzas de Seguridad de España y Francia u observadores independientes, las garantías de este particular espectáculo serían nulas. Se vendería como una forma de «inutilizar» el uso de las armas y explosivos que, estando ETA de por medio, tiene tanto valor como un billete de 30 euros, según las citadas fuentes. La escenificación, con todos los aditamentos de la clandestinidad (se supone que los verificadores serían llevados hasta los lugares con los ojos vendados, no sea que en algún momento pudieran cometer alguna indiscreción) tendría, a efectos mediáticos, un gran impacto. Al menos, eso es lo que espera la «izquierda abertzale».
A este respecto, a uno de los ponentes en el Foro Social de Pamplona-Bilbao, un tal Robert Mc Bride (presentado como experto surafricano en procesos de paz, especializado en desarme y desmantelamiento) se le formuló la siguiente pregunta: «¿Qué repercusión tendría la posibilidad de que la Comisión Internacional de Verificación, decidiera dar por finalizado su trabajo de aquí a seis meses si entre ETA y el Estado español no hubiera ningún encuentro o no llegaran a ningún acuerdo?». Respuesta: «En mi opinión, la Comisión Internacional de Verificación no debería dar por finalizado su trabajo. La obstinación y la irracionalidad de una de las partes no deberían ser correspondidas. Un proceso de paz requiere de cualidades de resistencia y paciencia estratégica. Al mismo tiempo, apela a los gobiernos sensatos y a organizaciones supranacionales a continuar con el fin de presionar a las personas negacionistas. En determinada etapa del proceso, el sentido prevalecerá». Es decir, que los «verificadores», que la propia ETA había dado por amortizados en sus comunicados y documentos internos, serían ahora «resucitados» dentro del plan urdido por los «continuistas» de Batasuna.
Según las fuentes consultadas por este periódico, ETA tiene guardados sus armas y explosivos en zulos diseminados por todo el territorio de Francia. Están controlados por responsables que dependen de la «dirección» de la banda, con el fin de que la posible utilización de los elementos para matar o causar destrucción, cuente con la aprobación de los máximos cabecillas. Ésta sería una de las razones por las que los que tienen en la cabeza «pasar a la acción» (lo que siempre sería vendido como una escisión) están atados de pies y manos. Sin embargo, las referidas fuentes recuerdan que ETA cuenta con una siniestra historia de décadas y que hay muchas armas antiguas, pero en perfecto estado de uso, que pueden estar fuera del control de la «dirección».
En el Foro Social se preguntó a Aaro Suonio, presentado como jefe de Gabinete de la Comisión de Desarme del Norte de Irlanda, si en el caso de desarme y desmantelamiento, «¿merece la pena esperar al Gobierno del PP de Madrid, si es evidente su estrategia la de no dialogar, no ayudar y torpedear cualquier avance? ¿No es el camino de la unilateralidad (palabra mágica para la «izquierda abertzale», que aspira a seguir en la poltrona) el más digno y efectivo?». Respuesta: «Si el unilateralismo es posible, entonces, es una opción y, en mi opinión, el desarme siempre está dignificado»