José Escánez | Actualizado 02.05.2012
JUAN Bernal parece un tipo lampiño, anodino e inexpresivo. Es educado y se comunica con serenidad. Nadie diría que es vigilante de seguridad y que debe lidiar con los malos, distinguirlos de los buenos y enfrentarse a ellos sin que su ánimo le traicione.Tiene un truco. Desde hace un tiempo acude a diario a un café-bar de la calle Lentisco, regentado por Onofre. En el lugar sirven el peor café de la ciudad y el resentimiento, la queja y el rencor se simbolizan en su dueño.
El vigilante agudiza su oído mientras consume. Son pocos los segundos que tarda Onofre en insultar de forma indiscriminada al mundo, haciendo declaraciones definitivas con las que no se puede discutir.
Quejarse es para el dueño una de las estrategias favoritas para reforzar su ego. Hace una interpretación que su mente inventa y se cree por completo. Se queja de otros, ya sea por una noticia o una habladuría sobre un vecino. Le aplica etiquetas mentales negativas a cualquiera.
A Onofre se le nota resentimiento en sus quejas y en los etiquetados mentales que hace de la gente. Parece amargado, indignado, agraviado u ofendido. Resentido, al fin y al cabo, de la codicia de otros, de su deshonestidad, de su falta de integridad, de lo que están haciendo, de lo que hicieron en el pasado, de lo que dijeron, de lo que dejaron de hacer, de lo que deberían o no deberían haber hecho. Sí, a Onofre le gusta quejarse de los otros y de las situaciones, y le gusta hacerlo con resentimiento. Como si se dijera permanentemente "esto no debería estar ocurriendo"; "no quiero estar aquí"; "no quiero estar haciendo esto", "me están tratando injustamente".
Pero el dueño va más allá. Acompaña sus quejas de ira y rabia. Parece que al quejarse manifiesta una tendencia a reaccionar en vez de actuar. Es como si estuviera esperando la próxima cosa contra la que reaccionar, por la que sentirse molesto o perturbado, y nunca tarda en encontrarla. Parece adicto a la indignación y la ira como otros lo son a una droga.
Desde la barra, Juan recuerda que escuchó que quejarse, encontrar defectos y reaccionar en lugar de actuar son cosas que refuerzan al ego dándole una sensación de superioridad que lo alimenta. Que cuando te quejas implica que llevas razón, y la persona o situación de la que te quejas o contra la que reaccionas no la tiene. Y no hay nada que refuerce más al ego que tener razón.
Sale del bar con aspecto rudo y burdos modales. Es lo que pretende desde que va por allí. Su ego se ha contaminado de queja y resentimiento, y así puede afrontar mejor su trabajo.
http://www.elalmeria.es/article/opinion/1247209/esto/no/deberia/estar/ocurriendo.html
JUAN Bernal parece un tipo lampiño, anodino e inexpresivo. Es educado y se comunica con serenidad. Nadie diría que es vigilante de seguridad y que debe lidiar con los malos, distinguirlos de los buenos y enfrentarse a ellos sin que su ánimo le traicione.Tiene un truco. Desde hace un tiempo acude a diario a un café-bar de la calle Lentisco, regentado por Onofre. En el lugar sirven el peor café de la ciudad y el resentimiento, la queja y el rencor se simbolizan en su dueño.
El vigilante agudiza su oído mientras consume. Son pocos los segundos que tarda Onofre en insultar de forma indiscriminada al mundo, haciendo declaraciones definitivas con las que no se puede discutir.
Quejarse es para el dueño una de las estrategias favoritas para reforzar su ego. Hace una interpretación que su mente inventa y se cree por completo. Se queja de otros, ya sea por una noticia o una habladuría sobre un vecino. Le aplica etiquetas mentales negativas a cualquiera.
A Onofre se le nota resentimiento en sus quejas y en los etiquetados mentales que hace de la gente. Parece amargado, indignado, agraviado u ofendido. Resentido, al fin y al cabo, de la codicia de otros, de su deshonestidad, de su falta de integridad, de lo que están haciendo, de lo que hicieron en el pasado, de lo que dijeron, de lo que dejaron de hacer, de lo que deberían o no deberían haber hecho. Sí, a Onofre le gusta quejarse de los otros y de las situaciones, y le gusta hacerlo con resentimiento. Como si se dijera permanentemente "esto no debería estar ocurriendo"; "no quiero estar aquí"; "no quiero estar haciendo esto", "me están tratando injustamente".
Pero el dueño va más allá. Acompaña sus quejas de ira y rabia. Parece que al quejarse manifiesta una tendencia a reaccionar en vez de actuar. Es como si estuviera esperando la próxima cosa contra la que reaccionar, por la que sentirse molesto o perturbado, y nunca tarda en encontrarla. Parece adicto a la indignación y la ira como otros lo son a una droga.
Desde la barra, Juan recuerda que escuchó que quejarse, encontrar defectos y reaccionar en lugar de actuar son cosas que refuerzan al ego dándole una sensación de superioridad que lo alimenta. Que cuando te quejas implica que llevas razón, y la persona o situación de la que te quejas o contra la que reaccionas no la tiene. Y no hay nada que refuerce más al ego que tener razón.
Sale del bar con aspecto rudo y burdos modales. Es lo que pretende desde que va por allí. Su ego se ha contaminado de queja y resentimiento, y así puede afrontar mejor su trabajo.
http://www.elalmeria.es/article/opinion/1247209/esto/no/deberia/estar/ocurriendo.html