Los héroes de Miguel Ángel
Tres de los cinco policías que salvaron la vida del suicida. En el interior, Jorge, que convenció a Miguel Ángel para que no saltara al vacío - Foto: Gonzalo Pérez
4 Abril 11 - - Laura. L. Álvarez
Madrid- No supo gestionar sus nervios. Miguel Ángel estuvo a punto de quitarse la vida la tarde de un sábado del mes pasado. Una charla a tiempo y el tacto que mostraron cinco policías nacionales le hicieron recapacitar. Tiene 30 años y un hijo pequeño al que, dice, no le dejan ver. Estuvo enganchado a la cocaína durante mucho tiempo y lo consiguió dejar pero esa tarde volvió a consumir. La complicada situación personal que atravesaba se le hizo un mundo al esnifar la primera raya. Se le fue de las manos y salió a la terraza del quinto piso donde vivía. Allí, móvil en mano, trató de llamar la atención de todo el que pasaba por la calle. Pretendía tirarlo abajo y convencer a algún transeúnte para que grabara su caída al vacío. «¡Que me tiro! Tres, dos, uno...», advertía al vecindario a pleno pulmón. Tras recibir una llamada en el 091, varios agentes del CNP se desplazaron hasta el domicilio de Miguel Ángel, un quinto piso (el último) del 698 de la calle Alcalá. El hombre compartía piso con una mujer –con la que no mantenía ninguna relación sentimental– y, en ese momento, también se encontraba una amiga de ésta en casa. Fueron ellas quienes llamaron a la Policía al ver las intenciones de Miguel Ángel, quien, cuando llegó la patrulla del Grupo de Atención al Ciudadano, ya estaba subido encima de una silla que había sacado a la terraza. «Estaba muy alterado y sacaba las piernas por fuera de la barandilla haciendo amagos de tirarse todo el rato», explica Jorge, oficial y jefe del equipo que salvó a Miguel Ángel. Su obsesión era que le grabaran. «En cuanto establecimos el cordón abajo tiró el teléfono con la cámara activada. Decía que así su hijo podría cobrar dinero». Ante la delicada situación, tanto Jorge como sus compañeros trataron por todos los medios de tranquilizar al suicida. En estos casos, explica, lo más importante es lograr establecer un diálogo: si accede a mantener una conversación puede distraerse de sus intenciones. Pero no fue una tarea sencilla. Miguel Ángel demandó la presencia de un policía, pero con una condición: que se quitara el cinturón. Temía que, en cuanto algún agente se le acercarse, le detuviera. Así, Jorge se dirigió a hablar con el suicida desde la terraza contigua –del portal 696– y habló con Miguel Ángel. Más que «de policía a ciudadano», como dos personas de similar edad. «Le pregunté si era tan grave como para querer acabar con todo», recuerda el agente. Miguel Ángel solicitó un vaso de agua y charló con Jorge durante horas. Le contó prácticamente todas sus penas, lloró y sacó todo lo que tenía dentro. Jorge trató sacar la parte más sensible y la psicología que, al fin y al cabo, todo agente debe mostrar alguna vez.
«El cobarde es el que se tira»
Le dijo que fuera valiente, que «echara para adelante», que lo hiciera al menos por su hijo. «El cobarde es el que se tira; métete para dentro», le advirtió. Y parece que hizo efecto. Eso, y que, dado el grado de intimidad al que Miguel Ángel sentía que habían llegado, quería enseñarle unas fotos que tenía guardadas en el portátil. Para entonces, un psicólogo del Samur y otro agente ya se encontraban en el domicilio del suicida. Pero el portátil estaba sin batería y el cable del cargador no llegaba hasta la terraza, así que Miguel Ángel accedió a meterse en casa. Allí, sentado en el sofá les enseño instantáneas de su hijo, se tranquilizó y todo acabó bien. Aunque lleva cinco años en el Cuerpo, Jorge admite que «es la primera vez que veo tan de cerca que depende de mí evitar una muerte».
http://www.larazon.es/noticia/10021-los ... guel-angel
Tres de los cinco policías que salvaron la vida del suicida. En el interior, Jorge, que convenció a Miguel Ángel para que no saltara al vacío - Foto: Gonzalo Pérez
4 Abril 11 - - Laura. L. Álvarez
Madrid- No supo gestionar sus nervios. Miguel Ángel estuvo a punto de quitarse la vida la tarde de un sábado del mes pasado. Una charla a tiempo y el tacto que mostraron cinco policías nacionales le hicieron recapacitar. Tiene 30 años y un hijo pequeño al que, dice, no le dejan ver. Estuvo enganchado a la cocaína durante mucho tiempo y lo consiguió dejar pero esa tarde volvió a consumir. La complicada situación personal que atravesaba se le hizo un mundo al esnifar la primera raya. Se le fue de las manos y salió a la terraza del quinto piso donde vivía. Allí, móvil en mano, trató de llamar la atención de todo el que pasaba por la calle. Pretendía tirarlo abajo y convencer a algún transeúnte para que grabara su caída al vacío. «¡Que me tiro! Tres, dos, uno...», advertía al vecindario a pleno pulmón. Tras recibir una llamada en el 091, varios agentes del CNP se desplazaron hasta el domicilio de Miguel Ángel, un quinto piso (el último) del 698 de la calle Alcalá. El hombre compartía piso con una mujer –con la que no mantenía ninguna relación sentimental– y, en ese momento, también se encontraba una amiga de ésta en casa. Fueron ellas quienes llamaron a la Policía al ver las intenciones de Miguel Ángel, quien, cuando llegó la patrulla del Grupo de Atención al Ciudadano, ya estaba subido encima de una silla que había sacado a la terraza. «Estaba muy alterado y sacaba las piernas por fuera de la barandilla haciendo amagos de tirarse todo el rato», explica Jorge, oficial y jefe del equipo que salvó a Miguel Ángel. Su obsesión era que le grabaran. «En cuanto establecimos el cordón abajo tiró el teléfono con la cámara activada. Decía que así su hijo podría cobrar dinero». Ante la delicada situación, tanto Jorge como sus compañeros trataron por todos los medios de tranquilizar al suicida. En estos casos, explica, lo más importante es lograr establecer un diálogo: si accede a mantener una conversación puede distraerse de sus intenciones. Pero no fue una tarea sencilla. Miguel Ángel demandó la presencia de un policía, pero con una condición: que se quitara el cinturón. Temía que, en cuanto algún agente se le acercarse, le detuviera. Así, Jorge se dirigió a hablar con el suicida desde la terraza contigua –del portal 696– y habló con Miguel Ángel. Más que «de policía a ciudadano», como dos personas de similar edad. «Le pregunté si era tan grave como para querer acabar con todo», recuerda el agente. Miguel Ángel solicitó un vaso de agua y charló con Jorge durante horas. Le contó prácticamente todas sus penas, lloró y sacó todo lo que tenía dentro. Jorge trató sacar la parte más sensible y la psicología que, al fin y al cabo, todo agente debe mostrar alguna vez.
«El cobarde es el que se tira»
Le dijo que fuera valiente, que «echara para adelante», que lo hiciera al menos por su hijo. «El cobarde es el que se tira; métete para dentro», le advirtió. Y parece que hizo efecto. Eso, y que, dado el grado de intimidad al que Miguel Ángel sentía que habían llegado, quería enseñarle unas fotos que tenía guardadas en el portátil. Para entonces, un psicólogo del Samur y otro agente ya se encontraban en el domicilio del suicida. Pero el portátil estaba sin batería y el cable del cargador no llegaba hasta la terraza, así que Miguel Ángel accedió a meterse en casa. Allí, sentado en el sofá les enseño instantáneas de su hijo, se tranquilizó y todo acabó bien. Aunque lleva cinco años en el Cuerpo, Jorge admite que «es la primera vez que veo tan de cerca que depende de mí evitar una muerte».
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