En un tiempo en el que se reivindica la memoria histórica, hay quien también reclama el «derecho al olvido», es decir, la capacidad de desaparecer del mundo de la información universal y, para ser más concretos, de las páginas de Google. Estos días se discute en la Audiencia Nacional la reivindicación de unos particulares que reclaman la retirada de toda noticia que les afecte. La mayoría de las demandas provienen de que el BOE es un pozo sin fondo en el que se puede encontrar desde un número de DNI a una antigua acusación en un proceso judicial que terminó con una sentencia absolutoria. Mucha gente ha vivido una experiencia similar. Vivimos con la idea de que todo es posible y de que no hay nada, ningún rincón íntimo, que pueda ocultarse a la mirada de amigos, enemigos o desconocidos. Les contaré, si me permiten, una minúscula anécdota personal. Si voy a Google y pido ver fotografías de un tal Fonalleras, en una de las primeras páginas aparece en pantalla una caca enorme y asquerosa. Fue el comentario amable de un lector a quien no le gustó un artículo mío de años atrás. Este es el legado gráfico que dejaré a las generaciones venideras. Google es un cajón de sastre en el que todo tiene la misma importancia, todo parece presente y activo. Es un magma de una sola dimensión que no distingue entre la mácula y el detergente. No me extraña que haya quien opte por el olvido, por la indiferencia, por el tachado.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/20110120/borrarse-google/671768.shtml
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