La crisis dispara las bajas, que ya son la causa de entre el 50 y el 60 por ciento de todas las jornadas perdidas en la Unión Europea
11 Diciembre 10 - Madrid - A. Jiménez
Muchos colectivos de trabajadores alegan estrés en su puesto de trabajo. Justificaciones a veces cuestionadas, como en el reciente conflicto con los controladores aéreos. Sin embargo, algunos «rankings», como el Centro de Control de Enfermedades y Prevención de Atlanta, CDC, la consideran una de las profesiones más estresantes, junto con los profesores, médicos, policías y mineros. Pero no siempre es el empleo en sí mismo, sino la capacidad de los mandos y directivos, lo que genera el problema. Si existiera cierta ecuanimidad, competencia y organización en la empresa, los daños serían menores o, al menos, se llevarían mejor. A eso se suma la poca habilidad personal del trabajador para manejar la presión. De esta forma, la actividad laboral se convierte en algo agotador y enfermizo.
Amenaza
Hoy, el estrés es la segunda amenaza más frecuente en el entorno laboral (sólo precedido por problemas musculoesqueléticos). Y según organizaciones, como la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, más del 20 por ciento lo padece.
Porque, pese a que en pequeñas dosis puede ser un elemento motivador del aprendizaje e incluso, según algunos investigadores, ayudar a incrementar la memoria, si se excede en el tiempo puede provocar serios daños físicos y mentales. Y los tiempos que corren contribuyen en la faena. La crisis ha disparado las bajas laborales por estrés, que ya son la causa de entre el 50 y el 60 por ciento de todas las jornadas perdidas en la Unión Europea, al derivar en depresión y ansiedad que invalidan para trabajar. Así lo reconocen desde la Agencia Europea. Carolyn Dewa, profesora de Psiquiatría de la Universidad de Toronto, asegura que «existen ciertos factores que contribuyen al estrés, como la inseguridad, el gran esfuerzo físico o la necesidad constante de estar actualizado y de adquirir nuevas habilidades. También hemos encontrado que los horarios variables (cambios repentinos o actividades no programadas) y las horas adicionales también se asocian con empleos agotadores».
Por su parte, Sian Beilock, del departamento de psicología de la Universidad de Chicago, matiza que «son profesiones en las que el trabajador debe pensar, razonar y tomar decisiones en pocos segundos y las consecuencias dependen de sus actos».
Deterioro físico y mental
Los expertos, como el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, Antonio Cano Vindel, explican que «los efectos no son silenciosos, se pueden cuantificar y provocan síntomas claros de deterioro físico y mental». Dolores de cabeza, alteraciones del sueño, tensión, cansancio, irritabilidad, falta de memoria y de concentración» son algunos de ellos. Pero va más allá. Llega a desencadenar enfermedades del sistema osteomuscular y otros trastornos como úlceras, hipertensión y enfermedades cardiovasculares.
Y los estudios revelan que el que más sufre es el corazón de la mujer que trabaja, y mucho. Así lo aseguran investigadores del Hospital Brigham, en Boston, Estados Unidos. En concreto, éstas tienen un 40 por ciento más de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares que las que tienen empleos menos exigentes.
En lo que se refiere al infarto, tienen un 88 por ciento más de papeletas para experimentarlo, así como la posibilidad de un derrame cerebral y daños en las arterias. Para llegar a esta conclusión, los científicos trabajaron con 17.415 mujeres sanas durante más de 10 años y valoraron su nivel de presión en el lugar de trabajo, así como su inseguridad en el puesto que ejercían. Desde la empresa especializada en psicosociología laboral, IPSO Consultora S.L., su directora gerente, Amaia Arriola, señala que «determinados factores organizacionales inadecuadamente gestionados suponen un riesgo para el bienestar psicolaboral de los trabajadores y generan la aparición del estrés».
Según destaca, «la inapropiada distribución de la carga y el tiempo de trabajo, la falta de información, de pautas y recursos para realizarlo, las carencias en el ejercicio de liderazgo, las relaciones interpersonales inadecuadas, la confusión de roles, la incertidumbre sobre el futuro en su puesto, etcétera, conllevan disfunciones en la organización que acaban materializándose en forma de desmotivación, incertidumbre e insatisfacción con resultado de estrés laboral en los individuos y en términos productivos, en forma de reducción de la eficacia y eficiencia empresarial».
«Mea culpa»
Sin embargo, no todo depende del trabajo en cuestión, en parte somos nosotros mismos los responsables de saber o no llevar a buen puerto nuestra labor. Es decir, cómo nos enfrentamos a esas dificultades. Arriola señala que «aun siendo la organización del trabajo el punto clave de actuación para hacer frente al riesgo de estrés, según los recursos de afrontamiento, la historia de aprendizaje del individuo, etcétera, ante una misma situación laboral negativa, algunas personas la superan mejor que otros compañeros expuestos a las mismas condiciones. Ahí radica la importancia de colaborar también con quienes conforman la organización, para que obtengan un amplio abanico de habilidades que les ayude a hacer frente a las dificultades».
Otro sector que se identifica con estos síntomas, es el de autónomo, pero no por exceso, sino por defecto. Las conclusiones del estudio inicial sobre las nuevas enfermedades emergentes de índole físico y psicosocial presentado por la Federación de Autónomos ATA revelan que nueve de cada diez autónomos madrileños siente estrés y ansiedad por la caída de actividad derivada de la crisis económica, la mitad sufre tensión muscular de manera regular y el 40 por ciento afirma que muchas veces ha decaído su deseo sexual.
La tensión muscular, los dolores de cabeza y las molestias de estómago son los síntomas a nivel fisiológico más destacables. Los encuestados también sufren problemas a la hora de conciliar el sueño, lo que les impide relajar cuerpo y mente. Por otro lado, tres de cada diez participantes fuma demasiado, casi la mitad come en exceso y el 39 por ciento afirma que ha decaído su deseo sexual.
Las claves para afrontarlo
Para lograr «convivir» con la oficina, la clave es, tal y como especifica Carolyn Dewa, «trabajar en equipo para crear entornos agradables y disminuir la tensión. Esto da la oportunidad de aumentar el apoyo y la autonomía del empleado. Además, los supervisores tienen que examinar bien los programas y la cantidad de trabajo, así como saber distribuirla de la forma adecuada». Para Sian Beilock es importante pensar en lo que uno puede controlar... Y lo que no. Se deben buscar herramientas para poder reaccionar rápidamente en los momentos de mayor presión.
Sin embargo, muchas empresas no aportan la ayuda necesaria o directamente no prestan atención a este problema. Según Arriola, «La Ley de Prevención de Riesgos Laborales contempla, no sólo la seguridad, higiene, ergonomía y vigilancia de la salud, sino también la psicosociología. Es obligación estudiar y evaluar cómo se gestiona ese liderazgo, la distribución de la carga, etcétera. Y a partir de ahí, ejecutar un plan de actuación de mejora». Sin embargo, esta última, la psicosociología «es la hermana olvidada cuando en realidad supone un coste importantísimo por bajas y absentismo y la pérdida de recursos humanos y experiencia que ello conlleva».
http://www.larazon.es/noticia/9757-estres-laboral-sobrevivir-a-un-trabajo-exigente
11 Diciembre 10 - Madrid - A. Jiménez
Muchos colectivos de trabajadores alegan estrés en su puesto de trabajo. Justificaciones a veces cuestionadas, como en el reciente conflicto con los controladores aéreos. Sin embargo, algunos «rankings», como el Centro de Control de Enfermedades y Prevención de Atlanta, CDC, la consideran una de las profesiones más estresantes, junto con los profesores, médicos, policías y mineros. Pero no siempre es el empleo en sí mismo, sino la capacidad de los mandos y directivos, lo que genera el problema. Si existiera cierta ecuanimidad, competencia y organización en la empresa, los daños serían menores o, al menos, se llevarían mejor. A eso se suma la poca habilidad personal del trabajador para manejar la presión. De esta forma, la actividad laboral se convierte en algo agotador y enfermizo.
Amenaza
Hoy, el estrés es la segunda amenaza más frecuente en el entorno laboral (sólo precedido por problemas musculoesqueléticos). Y según organizaciones, como la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, más del 20 por ciento lo padece.
Porque, pese a que en pequeñas dosis puede ser un elemento motivador del aprendizaje e incluso, según algunos investigadores, ayudar a incrementar la memoria, si se excede en el tiempo puede provocar serios daños físicos y mentales. Y los tiempos que corren contribuyen en la faena. La crisis ha disparado las bajas laborales por estrés, que ya son la causa de entre el 50 y el 60 por ciento de todas las jornadas perdidas en la Unión Europea, al derivar en depresión y ansiedad que invalidan para trabajar. Así lo reconocen desde la Agencia Europea. Carolyn Dewa, profesora de Psiquiatría de la Universidad de Toronto, asegura que «existen ciertos factores que contribuyen al estrés, como la inseguridad, el gran esfuerzo físico o la necesidad constante de estar actualizado y de adquirir nuevas habilidades. También hemos encontrado que los horarios variables (cambios repentinos o actividades no programadas) y las horas adicionales también se asocian con empleos agotadores».
Por su parte, Sian Beilock, del departamento de psicología de la Universidad de Chicago, matiza que «son profesiones en las que el trabajador debe pensar, razonar y tomar decisiones en pocos segundos y las consecuencias dependen de sus actos».
Deterioro físico y mental
Los expertos, como el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, Antonio Cano Vindel, explican que «los efectos no son silenciosos, se pueden cuantificar y provocan síntomas claros de deterioro físico y mental». Dolores de cabeza, alteraciones del sueño, tensión, cansancio, irritabilidad, falta de memoria y de concentración» son algunos de ellos. Pero va más allá. Llega a desencadenar enfermedades del sistema osteomuscular y otros trastornos como úlceras, hipertensión y enfermedades cardiovasculares.
Y los estudios revelan que el que más sufre es el corazón de la mujer que trabaja, y mucho. Así lo aseguran investigadores del Hospital Brigham, en Boston, Estados Unidos. En concreto, éstas tienen un 40 por ciento más de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares que las que tienen empleos menos exigentes.
En lo que se refiere al infarto, tienen un 88 por ciento más de papeletas para experimentarlo, así como la posibilidad de un derrame cerebral y daños en las arterias. Para llegar a esta conclusión, los científicos trabajaron con 17.415 mujeres sanas durante más de 10 años y valoraron su nivel de presión en el lugar de trabajo, así como su inseguridad en el puesto que ejercían. Desde la empresa especializada en psicosociología laboral, IPSO Consultora S.L., su directora gerente, Amaia Arriola, señala que «determinados factores organizacionales inadecuadamente gestionados suponen un riesgo para el bienestar psicolaboral de los trabajadores y generan la aparición del estrés».
Según destaca, «la inapropiada distribución de la carga y el tiempo de trabajo, la falta de información, de pautas y recursos para realizarlo, las carencias en el ejercicio de liderazgo, las relaciones interpersonales inadecuadas, la confusión de roles, la incertidumbre sobre el futuro en su puesto, etcétera, conllevan disfunciones en la organización que acaban materializándose en forma de desmotivación, incertidumbre e insatisfacción con resultado de estrés laboral en los individuos y en términos productivos, en forma de reducción de la eficacia y eficiencia empresarial».
«Mea culpa»
Sin embargo, no todo depende del trabajo en cuestión, en parte somos nosotros mismos los responsables de saber o no llevar a buen puerto nuestra labor. Es decir, cómo nos enfrentamos a esas dificultades. Arriola señala que «aun siendo la organización del trabajo el punto clave de actuación para hacer frente al riesgo de estrés, según los recursos de afrontamiento, la historia de aprendizaje del individuo, etcétera, ante una misma situación laboral negativa, algunas personas la superan mejor que otros compañeros expuestos a las mismas condiciones. Ahí radica la importancia de colaborar también con quienes conforman la organización, para que obtengan un amplio abanico de habilidades que les ayude a hacer frente a las dificultades».
Otro sector que se identifica con estos síntomas, es el de autónomo, pero no por exceso, sino por defecto. Las conclusiones del estudio inicial sobre las nuevas enfermedades emergentes de índole físico y psicosocial presentado por la Federación de Autónomos ATA revelan que nueve de cada diez autónomos madrileños siente estrés y ansiedad por la caída de actividad derivada de la crisis económica, la mitad sufre tensión muscular de manera regular y el 40 por ciento afirma que muchas veces ha decaído su deseo sexual.
La tensión muscular, los dolores de cabeza y las molestias de estómago son los síntomas a nivel fisiológico más destacables. Los encuestados también sufren problemas a la hora de conciliar el sueño, lo que les impide relajar cuerpo y mente. Por otro lado, tres de cada diez participantes fuma demasiado, casi la mitad come en exceso y el 39 por ciento afirma que ha decaído su deseo sexual.
Las claves para afrontarlo
Para lograr «convivir» con la oficina, la clave es, tal y como especifica Carolyn Dewa, «trabajar en equipo para crear entornos agradables y disminuir la tensión. Esto da la oportunidad de aumentar el apoyo y la autonomía del empleado. Además, los supervisores tienen que examinar bien los programas y la cantidad de trabajo, así como saber distribuirla de la forma adecuada». Para Sian Beilock es importante pensar en lo que uno puede controlar... Y lo que no. Se deben buscar herramientas para poder reaccionar rápidamente en los momentos de mayor presión.
Sin embargo, muchas empresas no aportan la ayuda necesaria o directamente no prestan atención a este problema. Según Arriola, «La Ley de Prevención de Riesgos Laborales contempla, no sólo la seguridad, higiene, ergonomía y vigilancia de la salud, sino también la psicosociología. Es obligación estudiar y evaluar cómo se gestiona ese liderazgo, la distribución de la carga, etcétera. Y a partir de ahí, ejecutar un plan de actuación de mejora». Sin embargo, esta última, la psicosociología «es la hermana olvidada cuando en realidad supone un coste importantísimo por bajas y absentismo y la pérdida de recursos humanos y experiencia que ello conlleva».
http://www.larazon.es/noticia/9757-estres-laboral-sobrevivir-a-un-trabajo-exigente