Este verano pasado unos encapuchados le dieron una paliza a un vecino de La Punta de 92 años. Querían saber dónde estaba la caja fuerte. Al final, el hombre acabó entregándoles la pensión que había retirado ese mismo día.
En la vivienda, ubicada junto al carril bici que discurre paralelo a la autopista de El Saler, ya no vive nadie. El hermano del agredido, José Navarro, octogenario, acude cada día para mantener la casa en condiciones. Limpia, riega las plantas, comprueba que esté todo en orden... Ha vivido ahí toda la vida. "Ahora mi mujer está enferma y después de lo que le pasó a mi hermano...".
La Punta, su huerta y viviendas, podría haber sido una atracción turística más de Valencia. Sin embargo, la especulación inmobiliaria ha convertido este barrio del sur de la ciudad en un arrabal destartalado salpicado de veterderos de escombros, huertas abandonadas, infraviviendas ocupadas por gitanos...
No hay proyecto municipal para La Punta, donde gran parte del terreno es propiedad de empresas constructoras que han abandonado los solares a la espera de no se sabe qué.
Unos cuantos hombres trabajan cada día tierras que no les pertenecen por afición. Mantienen viva una huerta en la que, si no fuera por ellos, sólo crecerían malas hierbas.
En La Punta se ha producido una gran paradoja. Cuantas más expectativas ha levantado la Valencia de los fastuosos edificios y puentes de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, mayor ha sido el deterioro del barrio.
En La Punta se producen cada día prácticas ilegales: furgonetas que descargan escombros en cualquier solar, camionetas que cambian el aceite, robo de cableado, tráfico de drogas... Y todo esto a tiro de piedra de la Valencia más turística.
LOS VECINOS
Junto a un vertedero
Paquita Navarro vive con su marido y sus dos hijas en una de las escasas viviendas que todavía están habitadas junto al carril bici que comunica Valencia con el barrio de La Punta. Su casa está rodeada de huertas semiabandonadas y cañaverales. La mayoría de parcelas que rodean la casa fueron adquiridas por promotoras inmobiliarias hace años. A 50 metros de su casa permanece de pie un mastodonte de cemento que en su día fue una fábrica de maderas, cerrada hace tiempo, y un vertedero de escombros y chatarra que ni el propietario del solar ni los servicios municipales de limpieza se dignan a limpiar. "Sólo vinieron a limpiarlo cuando la fórmula 1", afirma Paquita, convencida de que algún día serán desalojados: "Aquí no van a dejar que nos quedemos. La propiedad privada no existe en este país. Estamos desprotegidos. En cuanto alguna empresa presente un proyecto de construcción, nos expropiarán la casa".
Robos y chatarra
Ramón Belenguer vive desde hace 43 años, los que tiene, en La Punta. Cuenta aliviado que desde hace un tiempo la policía patrulla bastante más por este barrio colindante con la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Dice que "a casi todos" los vecinos les han entrado a robar alguna vez. "Yo los he tenido dentro de casa dos veces". Tiene claro que el "cáncer" de La Punta es la chatarrería en la que cada día descargan cachivaches decenas de personas. "Aquí verás pocas trampas de hierro", asegura. Belenguer vive en La Punta con su mujer y dos hijos. "Yo tengo claro", considera este vecino, "que el Ayuntamiento quiere que es-tose deteriore. Nos salva la vía del tren". A "base de denuncias", cuenta, "la policía viene más ahora". Desde hace unos meses viven más tranquilos en La Punta. Concretamente desde que desmantelaron un par de campamentos ilegales de gitanos rumanos. "Lo que nos interesa es que Rita [Barberá] se entere de que vivimos aquí ".
FUENTE: ADN
En la vivienda, ubicada junto al carril bici que discurre paralelo a la autopista de El Saler, ya no vive nadie. El hermano del agredido, José Navarro, octogenario, acude cada día para mantener la casa en condiciones. Limpia, riega las plantas, comprueba que esté todo en orden... Ha vivido ahí toda la vida. "Ahora mi mujer está enferma y después de lo que le pasó a mi hermano...".
La Punta, su huerta y viviendas, podría haber sido una atracción turística más de Valencia. Sin embargo, la especulación inmobiliaria ha convertido este barrio del sur de la ciudad en un arrabal destartalado salpicado de veterderos de escombros, huertas abandonadas, infraviviendas ocupadas por gitanos...
No hay proyecto municipal para La Punta, donde gran parte del terreno es propiedad de empresas constructoras que han abandonado los solares a la espera de no se sabe qué.
Unos cuantos hombres trabajan cada día tierras que no les pertenecen por afición. Mantienen viva una huerta en la que, si no fuera por ellos, sólo crecerían malas hierbas.
En La Punta se ha producido una gran paradoja. Cuantas más expectativas ha levantado la Valencia de los fastuosos edificios y puentes de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, mayor ha sido el deterioro del barrio.
En La Punta se producen cada día prácticas ilegales: furgonetas que descargan escombros en cualquier solar, camionetas que cambian el aceite, robo de cableado, tráfico de drogas... Y todo esto a tiro de piedra de la Valencia más turística.
LOS VECINOS
Junto a un vertedero
Paquita Navarro vive con su marido y sus dos hijas en una de las escasas viviendas que todavía están habitadas junto al carril bici que comunica Valencia con el barrio de La Punta. Su casa está rodeada de huertas semiabandonadas y cañaverales. La mayoría de parcelas que rodean la casa fueron adquiridas por promotoras inmobiliarias hace años. A 50 metros de su casa permanece de pie un mastodonte de cemento que en su día fue una fábrica de maderas, cerrada hace tiempo, y un vertedero de escombros y chatarra que ni el propietario del solar ni los servicios municipales de limpieza se dignan a limpiar. "Sólo vinieron a limpiarlo cuando la fórmula 1", afirma Paquita, convencida de que algún día serán desalojados: "Aquí no van a dejar que nos quedemos. La propiedad privada no existe en este país. Estamos desprotegidos. En cuanto alguna empresa presente un proyecto de construcción, nos expropiarán la casa".
Robos y chatarra
Ramón Belenguer vive desde hace 43 años, los que tiene, en La Punta. Cuenta aliviado que desde hace un tiempo la policía patrulla bastante más por este barrio colindante con la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Dice que "a casi todos" los vecinos les han entrado a robar alguna vez. "Yo los he tenido dentro de casa dos veces". Tiene claro que el "cáncer" de La Punta es la chatarrería en la que cada día descargan cachivaches decenas de personas. "Aquí verás pocas trampas de hierro", asegura. Belenguer vive en La Punta con su mujer y dos hijos. "Yo tengo claro", considera este vecino, "que el Ayuntamiento quiere que es-tose deteriore. Nos salva la vía del tren". A "base de denuncias", cuenta, "la policía viene más ahora". Desde hace unos meses viven más tranquilos en La Punta. Concretamente desde que desmantelaron un par de campamentos ilegales de gitanos rumanos. "Lo que nos interesa es que Rita [Barberá] se entere de que vivimos aquí ".
FUENTE: ADN