Zapatero, ETA y Rubalcaba.
Cayetano González
El ascenso de Rubalcaba a todopoderoso Vicepresidente Primero del Gobierno, ministro de Interior y Portavoz del Ejecutivo está teniendo diferentes interpretaciones políticas que como reconoció el propio Zapatero al anunciar los cambios, son todas muy libres de formularse. Unas van por la senda de ver a Rubalcaba como sustituto de Zapatero en el cartel electoral del PSOE si este al final decidiera no presentarse como candidato en las elecciones generales del 2012; otras ven simplemente una decisión de colocar como "número dos" del Gobierno a alguien con la suficiente capacidad política y de comunicación para sacarle las castañas del fuego al presidente. Y la más malévola es la que apunta a una jugada de Zapatero consistente en dar tanto poder a Rubalcaba para que este acabe literalmente quemado y así eliminar a un posible adversario en la carrera sucesoria que de alguna manera se ha abierto en el PSOE.
Siendo las anteriores tres interpretaciones posibles, hay algo que es mucho más claro y que explica el por qué de este ascenso meteórico de Rubalcaba. Zapatero y su equipo más cercano consideran que la única baza que les queda para presentarse ante los electores en el 2012 con algo positivo debajo del brazo es el final de ETA. En abril del 2006, el presidente puso a Rubalcaba en el Ministerio del Interior porque le necesitaba para pilotar desde ese Ministerio el proceso de negociación política con la banda terrorista que se llevó a cabo entonces y que acabó en un estrepitoso fracaso con atentado en la T-4 de Barajas incluido. Ahora, Zapatero encomienda a Rubalcaba la tarea de acelerar aquel proceso que ha seguido estos dos últimos años a través de mediadores internacionales y de contactos con el mundo de la izquierda abertzale.
El problema es que las prisas son siempre malas consejeras y cuando se trata de la lucha antiterrorista, mucho más. El final de ETA es una prioridad de la democracia española, y por lo tanto es deseable que cuanto antes llegue, mejor. Pero supeditar los tiempos y las medidas que hay que ir tomando para acabar con ETA a intereses electorales o partidistas, no solamente es un gran error, sino que conducirá a un fracaso seguro, porque, entre otras consideraciones, los miembros de la banda terrorista, que son unos asesinos pero no son tontos, son conscientes de esa urgencia que puede tener Zapatero de lograr su final para tener una baza electoral y la sabrán aprovechar para sacar réditos a su favor.
ETA quiere y necesita estar en las elecciones municipales y forales del próximo mes de mayo. A su vez, Zapatero y Rubalcaba necesitan algo más de lo que hasta ahora ha hecho o dicho la banda terrorista y la izquierda abertzale para justificar ante la opinión pública una decisión de ese calibre que podría tener un cierto desgaste electoral. Las palabras del presidente valorando positivamente los movimientos en la izquierda abertzale van en esa dirección. La tarea prioritaria de Rubalcaba es apuntalar ese "proceso" y llevarlo a buen puerto. La cuestión es qué precio están dispuestos a pagar Zapatero y Rubalcaba a ETA ante la necesidad imperiosa que tienen de lograrlo antes de las elecciones del 2012.
Cayetano González
El ascenso de Rubalcaba a todopoderoso Vicepresidente Primero del Gobierno, ministro de Interior y Portavoz del Ejecutivo está teniendo diferentes interpretaciones políticas que como reconoció el propio Zapatero al anunciar los cambios, son todas muy libres de formularse. Unas van por la senda de ver a Rubalcaba como sustituto de Zapatero en el cartel electoral del PSOE si este al final decidiera no presentarse como candidato en las elecciones generales del 2012; otras ven simplemente una decisión de colocar como "número dos" del Gobierno a alguien con la suficiente capacidad política y de comunicación para sacarle las castañas del fuego al presidente. Y la más malévola es la que apunta a una jugada de Zapatero consistente en dar tanto poder a Rubalcaba para que este acabe literalmente quemado y así eliminar a un posible adversario en la carrera sucesoria que de alguna manera se ha abierto en el PSOE.
Siendo las anteriores tres interpretaciones posibles, hay algo que es mucho más claro y que explica el por qué de este ascenso meteórico de Rubalcaba. Zapatero y su equipo más cercano consideran que la única baza que les queda para presentarse ante los electores en el 2012 con algo positivo debajo del brazo es el final de ETA. En abril del 2006, el presidente puso a Rubalcaba en el Ministerio del Interior porque le necesitaba para pilotar desde ese Ministerio el proceso de negociación política con la banda terrorista que se llevó a cabo entonces y que acabó en un estrepitoso fracaso con atentado en la T-4 de Barajas incluido. Ahora, Zapatero encomienda a Rubalcaba la tarea de acelerar aquel proceso que ha seguido estos dos últimos años a través de mediadores internacionales y de contactos con el mundo de la izquierda abertzale.
El problema es que las prisas son siempre malas consejeras y cuando se trata de la lucha antiterrorista, mucho más. El final de ETA es una prioridad de la democracia española, y por lo tanto es deseable que cuanto antes llegue, mejor. Pero supeditar los tiempos y las medidas que hay que ir tomando para acabar con ETA a intereses electorales o partidistas, no solamente es un gran error, sino que conducirá a un fracaso seguro, porque, entre otras consideraciones, los miembros de la banda terrorista, que son unos asesinos pero no son tontos, son conscientes de esa urgencia que puede tener Zapatero de lograr su final para tener una baza electoral y la sabrán aprovechar para sacar réditos a su favor.
ETA quiere y necesita estar en las elecciones municipales y forales del próximo mes de mayo. A su vez, Zapatero y Rubalcaba necesitan algo más de lo que hasta ahora ha hecho o dicho la banda terrorista y la izquierda abertzale para justificar ante la opinión pública una decisión de ese calibre que podría tener un cierto desgaste electoral. Las palabras del presidente valorando positivamente los movimientos en la izquierda abertzale van en esa dirección. La tarea prioritaria de Rubalcaba es apuntalar ese "proceso" y llevarlo a buen puerto. La cuestión es qué precio están dispuestos a pagar Zapatero y Rubalcaba a ETA ante la necesidad imperiosa que tienen de lograrlo antes de las elecciones del 2012.