«Que los rumanos aprendan»
La decisión de Sarkozy de expulsar a los gitanos rumanos que viven en campamentos ha levantado una gran polémica. ¿Y en España? La revista «Time» valora la integración de los gitanos españoles como un modelo ejemplar. Dos gitanas de Madrid cuentan su vida: «Que los rumanos aprendan de nosotros»
Algo de racismo se sigue notando. En el colegio, aunque lleves a los niños lavaítos y planchaítos, algo de distinción se nota. Pero cada vez menos y de una forma que ya ni molesta. Es muy... ¿se dice imperceptible?», aclara Pilar Heredia, de 35 años, con cuatro hijos y tres nietos desde su casa abarrotada de gente en el barrio madrileño de Entrevías.
«Tengo una anécdota que nos molestó: nos mandaron una carta a mi marido y a mí, para presentarnos a una entrevista de trabajo. Nos arreglamos bien arreglaos y cuando vieron nuestro innegable semblante gitano, no nos dieron opción». Desde ese momento y con una alegría en los ojos que no hay quien le borre, nos explica que viven de «lo que sale»: de vender flores, fruta, de hacer arreglos de costura. «¡Todo ilegal, niña! ¿Qué quieres? Si no hay otra cosa. El día que los guardias nos quitan la mercancía hay menos chicha en el puchero. Pero aquí se come todos los días como Dios manda. ¿No comes tú? Pues nosotros, aunque seamos nueve bocas y un bebé, también».
Con los «moros», bien
«El 51 por ciento de la población gitana ocupada en España trabaja por cuenta ajena normalizado; de ellos, el 75 por ciento en el sector servicios y sólo un 5 por ciento en la industria, desgraciadamente una parte importante son empleos de baja cualificación. También hay una parte importante que se dedica mayoritariamente a la venta ambulante». Explica José Sánchez, director de programas de la Fundación Secretariado Gitano, cuyo programa estrella se llama «Acceder», que en 10 años han logrado 36.000 contratos (la mitad para mujeres), de los que 2.000 son indefinidos.
Entre 10 y 12 millones de europeos son gitanos –la mayor minoría étnica de la UE– de los que unos 970.000 son españoles, un dos por ciento de la población total. Sus vidas han mejorado más que las de otros «compadres» gitanos europeos. Pilar, con su sabiduría de heráldica Heredia, lo tiene muy claro: «Yo no sé ni de poblados marginales ni de delincuencia ni segregación escolar ni rechazo social: mis niños van al colegio, los llevo al médico, siempre he vivido en un piso de altura, no sé lo que es una chabola y sabemos vivir en armonía. Y además vivimos estupendamente con los moros, que el barrio está llenito. Si una cosa tiene el gitano es que nunca se mete con nadie, si nadie se mete con él».
Cuando se les cita el caso de la expulsión de varias comunidades de gitanos rumanos de Francia, Pilar se revuelve: «¿Por qué nos comparan? ¿Es que tiene algo que ver un payo rumano con un payo español? ¡Pues un gitano portugués, rumano o búlgaro tampoco con nosotros! No se trata de pertenecer a la misma cultura, sino a las nacionalidades y las costumbres de un país. Mi familia no sabe lo que es el nomadismo ni el robo, ni la delincuencia. Yo soy española, como tú. ¿Por qué intentamos hacer dos bandos?».
El financiero de origen húngaro (y «tiburón» de Wall Street, aunque mecenas) George Soros ha llegado a decir que España se ha convertido en líder por sus iniciativas para garantizar que sus gitanos tengan los mismos derechos que el resto de sus ciudadanos».
«A los gitanos búlgaros, rumanos, portugueses o de donde vengan, sólo hay algo que decirles: que vean el duro trabajo que hemos hecho nosotros por lograr la inclusión con la sociedad mayoritaria. El gitano español se ha adaptado. El burro y la chatarra han quedado en el olvido. Pasamos la crisis como vosotros. El caló ya sólo lo hablan nuestros padres o abuelos; yo ni lo entiendo... Llevamos a los niños al colegio, como ustedes, vivimos en casas adecentadas, sin hacer fogatas ni romper cañerías como se nos acusaba hace 30 años. Porque España, entre otras muchas cosas, también es gitana».
Como peaje de mujer gitana, no olvida hablar del estricto cumplimiento del luto a sus fallecidos, del gran respeto a la suegra y el acatamiento final al padre del marido, como figura decisiva del clan –en esto no distan de la cultura nipona, por poner un ejemplo–. Pero eso sí: «Ahora los matrimonios de gitanos jóvenes, somos de otra manera. Mi marido no manda sobre mí, sino que nos ponemos de acuerdo en todo, en los dineros que tenemos, en qué hacer con ellos y en cómo mantener la intendencia de la casa. Además, ¿matan sus maridos a más gitanas que a payas? A mí, Diego me considera su compañera, no su criada».
La decisión de Sarkozy de expulsar a los gitanos rumanos que viven en campamentos ha levantado una gran polémica. ¿Y en España? La revista «Time» valora la integración de los gitanos españoles como un modelo ejemplar. Dos gitanas de Madrid cuentan su vida: «Que los rumanos aprendan de nosotros»
Algo de racismo se sigue notando. En el colegio, aunque lleves a los niños lavaítos y planchaítos, algo de distinción se nota. Pero cada vez menos y de una forma que ya ni molesta. Es muy... ¿se dice imperceptible?», aclara Pilar Heredia, de 35 años, con cuatro hijos y tres nietos desde su casa abarrotada de gente en el barrio madrileño de Entrevías.
«Tengo una anécdota que nos molestó: nos mandaron una carta a mi marido y a mí, para presentarnos a una entrevista de trabajo. Nos arreglamos bien arreglaos y cuando vieron nuestro innegable semblante gitano, no nos dieron opción». Desde ese momento y con una alegría en los ojos que no hay quien le borre, nos explica que viven de «lo que sale»: de vender flores, fruta, de hacer arreglos de costura. «¡Todo ilegal, niña! ¿Qué quieres? Si no hay otra cosa. El día que los guardias nos quitan la mercancía hay menos chicha en el puchero. Pero aquí se come todos los días como Dios manda. ¿No comes tú? Pues nosotros, aunque seamos nueve bocas y un bebé, también».
Con los «moros», bien
«El 51 por ciento de la población gitana ocupada en España trabaja por cuenta ajena normalizado; de ellos, el 75 por ciento en el sector servicios y sólo un 5 por ciento en la industria, desgraciadamente una parte importante son empleos de baja cualificación. También hay una parte importante que se dedica mayoritariamente a la venta ambulante». Explica José Sánchez, director de programas de la Fundación Secretariado Gitano, cuyo programa estrella se llama «Acceder», que en 10 años han logrado 36.000 contratos (la mitad para mujeres), de los que 2.000 son indefinidos.
Entre 10 y 12 millones de europeos son gitanos –la mayor minoría étnica de la UE– de los que unos 970.000 son españoles, un dos por ciento de la población total. Sus vidas han mejorado más que las de otros «compadres» gitanos europeos. Pilar, con su sabiduría de heráldica Heredia, lo tiene muy claro: «Yo no sé ni de poblados marginales ni de delincuencia ni segregación escolar ni rechazo social: mis niños van al colegio, los llevo al médico, siempre he vivido en un piso de altura, no sé lo que es una chabola y sabemos vivir en armonía. Y además vivimos estupendamente con los moros, que el barrio está llenito. Si una cosa tiene el gitano es que nunca se mete con nadie, si nadie se mete con él».
Cuando se les cita el caso de la expulsión de varias comunidades de gitanos rumanos de Francia, Pilar se revuelve: «¿Por qué nos comparan? ¿Es que tiene algo que ver un payo rumano con un payo español? ¡Pues un gitano portugués, rumano o búlgaro tampoco con nosotros! No se trata de pertenecer a la misma cultura, sino a las nacionalidades y las costumbres de un país. Mi familia no sabe lo que es el nomadismo ni el robo, ni la delincuencia. Yo soy española, como tú. ¿Por qué intentamos hacer dos bandos?».
El financiero de origen húngaro (y «tiburón» de Wall Street, aunque mecenas) George Soros ha llegado a decir que España se ha convertido en líder por sus iniciativas para garantizar que sus gitanos tengan los mismos derechos que el resto de sus ciudadanos».
«A los gitanos búlgaros, rumanos, portugueses o de donde vengan, sólo hay algo que decirles: que vean el duro trabajo que hemos hecho nosotros por lograr la inclusión con la sociedad mayoritaria. El gitano español se ha adaptado. El burro y la chatarra han quedado en el olvido. Pasamos la crisis como vosotros. El caló ya sólo lo hablan nuestros padres o abuelos; yo ni lo entiendo... Llevamos a los niños al colegio, como ustedes, vivimos en casas adecentadas, sin hacer fogatas ni romper cañerías como se nos acusaba hace 30 años. Porque España, entre otras muchas cosas, también es gitana».
Como peaje de mujer gitana, no olvida hablar del estricto cumplimiento del luto a sus fallecidos, del gran respeto a la suegra y el acatamiento final al padre del marido, como figura decisiva del clan –en esto no distan de la cultura nipona, por poner un ejemplo–. Pero eso sí: «Ahora los matrimonios de gitanos jóvenes, somos de otra manera. Mi marido no manda sobre mí, sino que nos ponemos de acuerdo en todo, en los dineros que tenemos, en qué hacer con ellos y en cómo mantener la intendencia de la casa. Además, ¿matan sus maridos a más gitanas que a payas? A mí, Diego me considera su compañera, no su criada».