ETA prepara la expulsión de su pistolera más sanguinaria
Considera a López Riaño fuera de la disciplina tras declarar su ruptura con el terror
Día 04/10/2010
Ampliar esta imagen.Reducir esta imagen Clic aquí para ver su tamaño original
EFE
Cartel de apoyo a etarras en la fiesta de las ikastolas celebrada ayer en Lezo (Guipúzcoa).
ETA ha colocado en la antesala de la expulsión, tanto de la banda como del «colectivo de presos políticos vascos», a la ex integrante del «comando Madrid» Idoia López Riaño, «Margarita», que el pasado mes de julio fue trasladada a la cárcel alavesa de Nanclares de Oca tras suscribir una carta en la que aseguraba desmarcarse de la actividad terrorista. Los cabecillas esgrimen que la pistolera más sanguinaria en los cincuenta años de existencia de ETA se ha situado «fuera de la disciplina» de la organización criminal.
La progresión de «Margarita» en su regreso al País Vasco se aceleró en los últimos meses. El pasado mes de junio se encontraba en Granada, desde donde fue trasladada a la cárcel de A Lama, en Pontevedra. En este centro penitenciario el Ministerio del Interior concentra a algunos de los reclusos etarras que empiezan a dar síntomas de disidencia. Pues bien, apenas un mes después, López Riaño fue conducida a Nanclares de Oca, donde se agrupan los presos etarras que ya han firmado un documento en el que señalan su ruptura con la estrategia terrorista y piden «excusas» a sus víctimas. ETA y sus apéndices, como la ilegal Askatasuna, ocultaron durante varias semanas la deserción de López Riaño, ya que por su cruel pasado ha sido hasta hace poco, como el «traidor» José Luis Urrusolo Sistiaga, uno de los referentes de los pistoleros de última generación. Pero una vez que trascendió su traslado a la cárcel alavesa de Nanclares de Oca, ETA reconoce ya entre la militancia que «Margarita» —no «Tigresa» como algunos la apodan erróneamente— ha optado por una salida personal y ha roto la disciplina del colectivo.
López Riaño comenzó a mostrar sus primeras discrepancias precisamente tras la brillante operación de la Guardia Civil que se saldó con la desarticulación del «comando»integrado por un grupo de abogados etarras que se encargaban de mantener la férrea disciplina de los presos y se chibaban a los cabecillas de cualquier amago de disidencia.
La decisión de los dirigentes de expulsar a los presos críticos con la vigencia de la actividad terrorista tiene un efecto simbólico, ya que difícilmente puede tener consecuencias prácticas echar del grupo a alguien que dice haberse ido por decisión propia. Y es que con esa expulsión, ETA está acusando a esos reclusos disidentes de traidores a la «causa de Euskalherria», con todas las consecuencias que ello pudiera acarrearles en un futuro.
De esta forma, Idoia López Riaño está a punto de engrosar la creciente lista de presos que por escrito se vienen desmarcando de la estrategia del terror. En ella figuran antiguos cabecillas, como José Luis Álvarez Santacristina, «Txelis»; Francisco Múgica Garmendia, «Pakito»; o Pedro Pikabea Ugalde, «Lartun»; y pistoleros especialmente sanguinarios, como el citado Urrusolo Sistiaga, Carmen Guisasola, «Gorda»; o Valentín Lasarte.
El traslado de la pistolera más sanguinaria de ETA a la cárcel de Nanclares de Oca provocó indignación entre las víctimas, especialmente aquellas que sufrieron en sus propias carnes el zarpazo de la falsa «Tigresa». López Riaño cumple condenas centenarias por sus 23 asesinatos en atentados que también causaron heridas a decenas de personas, además de provocar cuantiosos daños materiales. Entre sus salvajadas está el atentado perpetrado en la Plaza de la República Dominicana (Madrid), en el que murieron doce guardias civiles. También participó en el asesinato de otros cinco agentes de la Benemérita en la calle Juan Bravo.
Fue coautora, además, del asesinato del vicealmirante Colón de Carvajal y su chófer. Igualmente intervino en la muerte del comandante Sáenz de Ynestrillas, del teniente coronel Besteira y del soldado Casillas. El arrepentido Juan Manuel Soares Gamboa relató en su día cómo «Margarita» se apresuró a disparar contra los militares antes de recibir la orden para ello y como consecuencia de su precipitación estuvo apunto de alcanzar a sus compañeros del «comando Madrid», entre ellos, Ignacio de Juana Chaos.
Considera a López Riaño fuera de la disciplina tras declarar su ruptura con el terror
Día 04/10/2010
Ampliar esta imagen.Reducir esta imagen Clic aquí para ver su tamaño original
EFE
Cartel de apoyo a etarras en la fiesta de las ikastolas celebrada ayer en Lezo (Guipúzcoa).
ETA ha colocado en la antesala de la expulsión, tanto de la banda como del «colectivo de presos políticos vascos», a la ex integrante del «comando Madrid» Idoia López Riaño, «Margarita», que el pasado mes de julio fue trasladada a la cárcel alavesa de Nanclares de Oca tras suscribir una carta en la que aseguraba desmarcarse de la actividad terrorista. Los cabecillas esgrimen que la pistolera más sanguinaria en los cincuenta años de existencia de ETA se ha situado «fuera de la disciplina» de la organización criminal.
La progresión de «Margarita» en su regreso al País Vasco se aceleró en los últimos meses. El pasado mes de junio se encontraba en Granada, desde donde fue trasladada a la cárcel de A Lama, en Pontevedra. En este centro penitenciario el Ministerio del Interior concentra a algunos de los reclusos etarras que empiezan a dar síntomas de disidencia. Pues bien, apenas un mes después, López Riaño fue conducida a Nanclares de Oca, donde se agrupan los presos etarras que ya han firmado un documento en el que señalan su ruptura con la estrategia terrorista y piden «excusas» a sus víctimas. ETA y sus apéndices, como la ilegal Askatasuna, ocultaron durante varias semanas la deserción de López Riaño, ya que por su cruel pasado ha sido hasta hace poco, como el «traidor» José Luis Urrusolo Sistiaga, uno de los referentes de los pistoleros de última generación. Pero una vez que trascendió su traslado a la cárcel alavesa de Nanclares de Oca, ETA reconoce ya entre la militancia que «Margarita» —no «Tigresa» como algunos la apodan erróneamente— ha optado por una salida personal y ha roto la disciplina del colectivo.
López Riaño comenzó a mostrar sus primeras discrepancias precisamente tras la brillante operación de la Guardia Civil que se saldó con la desarticulación del «comando»integrado por un grupo de abogados etarras que se encargaban de mantener la férrea disciplina de los presos y se chibaban a los cabecillas de cualquier amago de disidencia.
La decisión de los dirigentes de expulsar a los presos críticos con la vigencia de la actividad terrorista tiene un efecto simbólico, ya que difícilmente puede tener consecuencias prácticas echar del grupo a alguien que dice haberse ido por decisión propia. Y es que con esa expulsión, ETA está acusando a esos reclusos disidentes de traidores a la «causa de Euskalherria», con todas las consecuencias que ello pudiera acarrearles en un futuro.
De esta forma, Idoia López Riaño está a punto de engrosar la creciente lista de presos que por escrito se vienen desmarcando de la estrategia del terror. En ella figuran antiguos cabecillas, como José Luis Álvarez Santacristina, «Txelis»; Francisco Múgica Garmendia, «Pakito»; o Pedro Pikabea Ugalde, «Lartun»; y pistoleros especialmente sanguinarios, como el citado Urrusolo Sistiaga, Carmen Guisasola, «Gorda»; o Valentín Lasarte.
El traslado de la pistolera más sanguinaria de ETA a la cárcel de Nanclares de Oca provocó indignación entre las víctimas, especialmente aquellas que sufrieron en sus propias carnes el zarpazo de la falsa «Tigresa». López Riaño cumple condenas centenarias por sus 23 asesinatos en atentados que también causaron heridas a decenas de personas, además de provocar cuantiosos daños materiales. Entre sus salvajadas está el atentado perpetrado en la Plaza de la República Dominicana (Madrid), en el que murieron doce guardias civiles. También participó en el asesinato de otros cinco agentes de la Benemérita en la calle Juan Bravo.
Fue coautora, además, del asesinato del vicealmirante Colón de Carvajal y su chófer. Igualmente intervino en la muerte del comandante Sáenz de Ynestrillas, del teniente coronel Besteira y del soldado Casillas. El arrepentido Juan Manuel Soares Gamboa relató en su día cómo «Margarita» se apresuró a disparar contra los militares antes de recibir la orden para ello y como consecuencia de su precipitación estuvo apunto de alcanzar a sus compañeros del «comando Madrid», entre ellos, Ignacio de Juana Chaos.