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RELATO QUE HIELA LA SANGRE

3 participantes

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1RELATO QUE HIELA LA SANGRE Empty RELATO QUE HIELA LA SANGRE Vie Feb 26, 2010 3:16 pm

lobezna

lobezna

Soy empleado del Control Animal en un pequeño pueblo en el centro de Carolina del Norte, Estados Unidos. Tengo 35 años y he estado trabajando para el municipio en diferentes puestos desde la preparatoria.
Sí, sacrifico perros y gatos para ganarme la vida.
No hay mucho trabajo aquí, y trabajar para el condado significa tener buen sueldo y prestaciones para una persona como yo que no cuenta con estudios superiores. Soy esa persona de la que todos ustedes escriben cosas horribles.
Yo soy quien mata a los perros y los gatos y los hace sufrir. Yo soy quien saca sus cuerpos sin vida oliendo a monóxido de carbono y los avienta dentro de las bolsas negras de plástico. Pero también soy aquél que odia su trabajo y odia lo que tiene que hacer.
Todos ustedes que me juzgan, no lo hagan. Dios me está juzgando y sé que me iré al infierno. No voy a mentir, es infame, cruel y me siento como un asesino serial. Pero no soy del todo culpable; si la ley obligara la esterilización de los animales, muchos de estos perros y gatos no estarían aquí para que yo los sacrifique. Soy el demonio, pero quiero que todos ustedes vean la otra cara del hombre de la cámara de gas.
Por lo general, el centro antirrábico realiza el sacrificio con cámara de gas los viernes por la mañana.
El viernes es el día que la mayoría ansía que llegue, pero para mí, este es el día que más odio y siempre quisiera que el tiempo se detuviera el jueves en la noche. Los jueves, muy entrada la noche, cuando no hay nadie, mi amigo y yo vamos a un restaurante de comida rápida y nos gastamos 50 dólares en hamburguesas, papas fritas y pollo. Tengo prohibido alimentar a los perros los jueves porque me dicen que se hace un chiquero en la cámara de gas, y sería un desperdicio de comida.
Así que, los jueves por la noche, con las luces aún apagadas, voy al cuarto más triste que jamás nadie pudiera imaginar, y dejo que todos los perros y gatos, condenados a morir, salgan de sus jaulas.
Mi amigo y yo abrimos la envoltura de cada hamburguesa y sandwich de pollo y alimentamos a estos perros hambrientos y flacos. Se tragan la comida tan rápido, que no creo siquiera sepan a lo que sabe. Mueven sus colas y algunos ni comen, se echan boca arriba para que les acaricie su pancita. Comienzan a correr, brincar y me besan a mí y a mi amigo. Van a comer un poco más de comida y regresan a donde estamos. Todos nos miran con tanta confianza y esperanza, y sus colas se menean tan rápido, que termino con moretones en mis piernas. Se devoran la comida; después, es tiempo de devorar un poco de paz y amor. Mi amigo y yo nos sentamos en el piso de concreto, sucio y manchado por los orines, dejamos que nos brinquen encima, se paran de manitas para jugar y también juegan entre ellos. Algunos se lamen unos a otros, pero la mayoría permanece pegada a mí y a mi amigo.
Miro a los ojos de cada perro. A cada uno le doy un nombre.
No morirán sin tener un nombre.
Le doy a cada perro 5 minutos de amor y cariño incondicional. Les hablo y les digo que lamento mucho que mañana agonizarán por largo tiempo, que morirán de una forma espantosa y tortuosa en mis manos dentro de la cámara de gas.
Algunos mueven sus cabecitas para tratar de entenderme.
Les digo que estarán en un mejor lugar, y les ruego que no me odien. Les digo que sé que me iré al infierno, pero estarán jugando con todos los perros y gatos en el cielo.
Después de cerca de 30 minutos, tomo cada uno de los perros y los meto en sus jaulas de concreto llenas de heces; los acaricio y rasco su barbilla. Algunos me dan la pata, y yo sólo quiero morir. Cierro la jaula de cada perro y les pido que me perdonen.
Dormirán con su pancita llena y con una falsa sensación de seguridad.
Son cerca de las 5 de la mañana ahora, faltan dos horas para tener que asfixiar a mis amigos en la cámara de gas. Voy a casa, me baño, tomo mis 4 píldoras contra la ansiedad y manejo de regreso hacia mi trabajo. No como, no puedo comer. Ha llegado el momento de meter estos animales en la cámara de gas. Me pongo mis tapones para los oídos, y cuando voy por los perros y los gatos, están tan emocionados de verme, que saltan sobre mí para besarme al pensar que jugarán conmigo. Los pongo
en la jaula móvil y los llevo a la cámara de gas. Ellos lo saben. Pueden oler la muerte, el miedo. Empiezan a gemir en cuanto los meto en la cámara de gas.
El jefe me pide que meta el mayor número posible de ellos para ahorrar el gas. Me observa. Sabe que lo odio, sabe que odio mi trabajo. Hago lo que me pide. Él mira cómo todos los perros y los gatos (amontonados todos) se pelean y gritan. El sonido se amortigua porque tengo puestos los tapones. Él se marcha, prendo el gas y me salgo lo más rápido que puedo.
Camino hacia el baño, tomo un alfiler y me pincho hasta sangrar ¿Por qué? Porque el dolor y la sangre despejan mi mente de lo que acabo de hacer.
En 40 minutos debo regresar y retirar los animales muertos. Rezo porque ninguno haya sobrevivido, lo cual sucede cuando meto demasiados animales en la cámara de gas. Los levanto con mis guantes y el olor del monóxido de carbono me enferma al igual que los vómitos, la sangre y los movimientos involuntarios de los cuerpos.
Los saco y los meto en bolsas de plástico.
Me digo a mí mismo: “Ellos están en el cielo ahora”. Después limpio toda la suciedad, que USTEDES PERSONAS, han propiciado al no esterilizar a sus animales. La suciedad, que USTEDES PERSONAS, han propiciado al no exigir que un veterinario venga y haga esto de una forma humanitaria.
USTEDES SON LOS CONTRIBUYENTES, ¡EXIJAN que esta práctica SE ACABE!

Así que no me llamen “el monstruo”, “el demonio” o el “verdugo”, llamen demonio a su GOBIERNO, a las personas responsables del mismo, a los responsables de que esto suceda. ¡Carajo! llamen al gobernador y ¡EXIJANLE QUE ACABE CON ESTO!
Como siempre, esta noche tomaré mis pastillas para dormir para poder ahogar los gritos que escuché en el pasado antes de descubrir los tapones para los oídos. Brincaré y me estremeceré en mis sueños creyendo que estoy alucinando.
Esta es mi vida, no me juzgues, créeme, ya me he juzgado lo suficiente

2RELATO QUE HIELA LA SANGRE Empty Re: RELATO QUE HIELA LA SANGRE Lun Mar 01, 2010 10:05 am

tata

tata

No sé que pensar... de este relato. Desgraciadamente a alguien le toca hacer el trabajo sucio cuando hay personas que no quieren o saben los que es tener un animal, y la responsabilidad que ello conlleva.
Llevo años teniendo animales y el paso de los años hace que las circunstancias cambien pero siempre hay ido y venido dónde yo haya ido.No les he abandonado... siempre he dicho que voy con el lote completo, que no estoy sola. Han ido muriendo... otro los he tenido que sacrificar por su estado de vejez... todo con las ganas irremediables de llorar aunque sé que hacia lo mejor.
Actualmente me queda un perro de 15 años, que aún no se le han caido los dientes ni le ha afectado la artrosis... pero se quedó ciego de un ojo. Y sigue conmigo...acompañándome a dónde quiera que me lleve el destino.

3RELATO QUE HIELA LA SANGRE Empty Re: RELATO QUE HIELA LA SANGRE Lun Mar 01, 2010 2:21 pm

lobezna

lobezna

tata me alegra un monton yo soy de las personas que piensan como tu un compañero sea perro gato o el animal que sea siempre a donde vaya y lo que conlleve para eso es y la culpa es del gobierno que no pone remedios por que los hay pero es preferible pasar de todo .
es triste pero lo es

4RELATO QUE HIELA LA SANGRE Empty Re: RELATO QUE HIELA LA SANGRE Lun Mar 01, 2010 6:23 pm

Juanito

Juanito
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