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Ahora son recompensados

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1Ahora son recompensados Empty Ahora son recompensados Dom Oct 02, 2011 1:01 pm

PARRUCU

PARRUCU
COLABORADOR
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“Si disparas te puedes equivocar, pero si no disparas te equivocas seguro”
El jefe de la unidad de Guerra Naval Especial de la Armada española relata la liberación de la rehén francesa secuestrada por piratas somalíes


¿Qué ordenó a sus hombres cuando los piratas empezaron a disparar? “En unidades como la nuestra se dan pocas órdenes. Cada uno sabe lo que tiene que hacer. Desde que ordené iniciar el abordaje hasta que ella estuvo a salvo no pude decirles ni una palabra. Solo pasaron 45 segundos”. Escuchando al capitán Rafael, madrileño de 34 años, jefe del tercer equipo de la Fuerza de Guerra Naval Especial, se diría que el heroísmo consiste en aplicar escrupulosamente los procedimientos. Pero ningún ejercicio, por duro que sea, es comparable a la liberación de la ciudadana francesa Evelyne Colombo, el pasado 10 de septiembre.

“Sabíamos que un barco de recreo con un matrimonio francés había sido secuestrado. Recabamos toda la información, pero nunca pensamos que pudiéramos vernos implicados”, explica Rafael desde el buque Galicia, destacado en el Índico para combatir la piratería. “Ese sábado se localiza un esquife y el Galicia recibe la orden de lanzar un helicóptero en su búsqueda. Tras hora y media, da con él. El comandante decide enviar a mi grupo en misión de reconocimiento. Parte de la proa va cubierta con un plástico y no se puede ver lo que hay debajo. El helicóptero hace disparos de advertencia, para que se detengan. Entonces, los piratas exhiben sus armas, levantan el plástico y podemos ver a Evelyne. Tiene las manos en alto y le apuntan a la cabeza con un AK-47. Cuando informamos al Galicia, se nos ordena replegarnos. Cualquier acto que ellos pudieran interpretar como agresivo podía costarle la vida a ella”.

Menos de dos horas después, tras consultar con los mandos de la Operación Atalanta de la UE, el comandante del Galicia ordena el abordaje. El esquife se acerca a la costa somalí y, si los piratas logran desembarcar, la suerte de la rehén estará echada. Sus secuestradores han demostrado de lo que son capaces al asesinar a su marido.

Evelyne cayó al mar desde el esquife y cuando subía al ‘Galicia'

Para entonces, cae el sol y el estado de la mar empeora. La embarcación sale a toda velocidad. Más que navegar, salta. El tirador del helicóptero dispara contra partes no vitales del esquife, para obligarle a parar. Acierta en el motor fueraborda, pero los piratas lo arrancan de nuevo. Con la segunda ráfaga se detiene. La lancha con Rafael y sus hombres llega. “Les digo que depongan las armas, levanten las manos y se alejen de Evelyne. Hacen como si no entendieran. Me parece raro. Luego comprendo que nos están esperando”.

El capitán aplica el protocolo: hace tres disparos al aire y espera que los piratas reaccionen. Nada. Luego efectúa otros tres disparos al agua. “Entonces empuñan las armas y abren fuego contra nosotros. Nos defendemos”.

Me lancé al agua con todo el equipo de combate: casco, pistola, radio...

“Cuando empieza un tiroteo”, explica, “lo primero es reducir silueta, aunque en una embarcación así no hay dónde esconderse. Disparan casi a bocajarro y tiran mucha munición, pero no apuntan. Dan en un flotador.Nuestro fuego es más preciso. Comprenden que no tienen nada que hacer y se desplazan a un lado. Al hacerlo, el esquife se inclina. Y una ola entra de lleno, volcándolo”.

“Hay dos piratas junto a Evelyne: uno la encañona y otro nos apunta. Pero no les dejamos hacer fuego. Un compañero dispara por encima de la cabeza del que le apunta a ella y le obliga a soltar el arma. Otro acierta en el fusil del que va a dispararnos. Ese es el momento clave. Si disparas, puedes equivocarte. Pero si no lo haces, te equivocas seguro”.

Durante la acción, Rafael no pierde de vista a Evelyne. “Yo la miro y ella me mira. Mi objetivo es abordar la embarcación e interponernos entre ella y los piratas. Le hago señas para que se acerque a mí. Ella me entiende e intenta hacerlo, pero cuando estamos ya prácticamente tocándonos las manos, cae al mar”.

Evelyne se aleja de los piratas a nado, pero está muy débil e intentan agarrarla. Rafael mira a su compañero, que se desprende del pesado equipo de combate para ir a rescatarla. “Me doy cuenta de que no tenemos tiempo y salto con todo lo que llevo: casco, chaleco antibalas, pistola, radio… más de 20 kilos. Soy buen nadador, pero pienso: ¡esto pesa! Ella se abraza a mí y consigo acercarme a mis compañeros, que la suben a la embarcación. Nos miramos unos a otros y vemos que estamos bien y nadie ha sido herido en el tiroteo”.

El capitán se dirige con la recién liberada al Galicia, al que Evelyne sube, con extrema debilidad, por una escala. “A mitad de la escala se desploma. La veo caer y me lanzo a por ella. Se agarra a mí y no puedo nadar. Ya es de noche y temo no poder aguantar hasta que nos recojan”. Otro militar se lanzó en su auxilio y les ayudó a subir. Al día siguiente, Rafael la visitó en la enfermería del Galicia. “Aunque no nos conocíamos, nos abrazamos. Se nos saltaron lágrimas”.

El capitán asegura que la gratitud de Evelyne es la mejor recompensa. Más que la Gran Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo que se le ha concedido y subraya que el mérito no es suyo, sino de todo su equipo. “Mi familia”, como él lo llama.

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